Hoy termina la guerra. Con gran euforia empaco todas mis cosas, y me preparo para regresar a casa. Por un momento pienso con nostalgia en lo que dejaré atrás, la adrenalina de la guerra, la defensa de los colores de la bandera de mi país, las noches de charla y filosofía con mis compañeros de guardia en compañía de café y cigarros, en fin… la guerra. ¡Pero regreso a casa!, y es todo lo que necesito saber. Salgo con prisa, y me monto en el camión, donde también están todos los que terminan su deber, y felices parten a sus hogares, en donde también los esperan todas sus familias e ilusiones. Fumo y río con ellos, haciendo alarde de la gran ilusión de llegar a encontrar todo lo que un día dejamos atrás. “¡Hemos llegado!”, grita uno de los hombres que me acompañan. Me despido y rápidamente salto del camión, en busca de mi ilusión.
Por un momento pienso en mis compañeros, quienes sabiendo que podían regresar a sus casas no lo hicieron, pues nadie los esperaba. Callo por un instante... Y noto que de mis ojos salen lágrimas, lágrimas y más lágrimas, pues recuerdo que ya no estás conmigo, que no soportaste mi ausencia y preferiste la seguridad.
Ahora eres su esposa , tienes con él los hijos que debían ser los míos. Pero ya es tarde ya, el tiempo no da oportunidad.
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