Fue entonces cuando el sueño vino a mi rescate y me quedé completamente dormido. Supongo que las lágrimas se helaban en mis mejillas porque pronto soñé que era un glaciar inmenso atravesado por dos ríos congelados y que en el cielo se formaba una nube blanca grande formando un rostro. Entonces recordé que yo era humano y volví en el sueño a ser humano y un paréntesis de mí comprendió que cuando uno pierde la mirada y tiene la cabeza vacía de voz y pensamiento uno deja de ser humano para ser una otra cosa... en otra parte. Mi parte humana soñada se rió ante el descubrimiento y la niña frente a mí vestida de blanco jugaba a quitarme los zapatos. Es como morirse de algo que trae incomodidad y dolor y llegar al extremo de no sentir nada hasta que aparece y piensa y siente por nosotros el cómodo que ha vivido dentro de uno. Pero el cómodo soy yo porque estoy soñando, le digo a la niña que no me quite los zapatos, que no hace falta que me quite los zapatos, que tengo fuerza suficiente para levantarme yo solito; me levanto y estoy a su lado. Vemos ambos al cuerpo congelado que allí queda cogiendo nieve "No te preocupes que ya lo recogerán los de la basura" - digo con una risa de alivio de haber escapado finalmente de ese cuerpo. Pero cuando me dispongo a caminar y probar mi vida como fantasma al lado de tan hermosa criatura veo como el cuerpo allí tirado mueve una mano y me pica un ojo "Ve a donde quieras" - me dice el monstruo.



Sale el Sol al día siguiente, calienta, derrite la nieve.