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No deseaba que sucediera, lo juro desde lo más profundo de mi corazón.



Me gustaba caminar por las estradas, solo, sin otro acompañante más que mi pensamiento y todo lo que podíamos hacer juntos, que no era sueño ni ensueño, mas sí una realidad práctica que, por haber luchado pacíficamente por mi libertad, me había ganado.



Esta vez me hallaba submerso en mi mismo sin colocar mi atención en el espacio circundante. Tan oscuro me fui poniendo que ya no me reflejaba en los cristales de los bares ni de los escaparates que abundan en esta parte de la ciudad. Sólo necesitaba seguir caminando derecho sin que nadie pudiera tropezarme, inconscientemente y sin verme se apartaban hacia los lados del camino y yo pasaba como si fuese invisible o un asqueroso.



Puede caer la lluvia o puede caer la nieve o puede estar haciendo un sol cruel y seco, lo cierto es que no me doy cuenta de lo que acontece alrededor. Y es por ello que no soy capaz de suministrar todos los detalles apropiadamente para el caso.



Mi copia (aquel que no es esta configuración cerebral que les está hablando ahora) había leído años atrás un libro de Johann Graves (que no es más que una síntesis bien lograda de otros autores como Lovectraft, Castaneda y Jung, dejando atrás otros), que hablaba sobre los seres reales y describía de manera aterradoramente verosímil sus cualidades y a la vez demostraba la lógica de sus existencias, argumentando que la imposibilidad de percibirlos se debían a insuficiencias preceptúales de los seres no-reales. Venía yo sintiendo un placer interno intenso burlándome cariñosamente de los pensamientos que durante esa lectura surcaban la mente de mi copia, cuando repentinamente me tropecé con uno de tales seres, enseguida lo abracé y fuimos Uno y a nuestro lado vimos como cayó un inmenso edificio matando a muchos, a millares de seres no-seres flotantes que caminan sin tocar el piso. En ese instante creador de los instantes futuros el cielo se abrió en dos dejando pasar una luz blanca que leía las frecuencias de lo muerto y moribundo y les hallaba un lugar en el Universo. Vi. - vimos el terror de las víctimas acusar a los aires sin tener a nadie a quien acusar, vi - vimos a sus sombras surgir del suelo y vi - vimos un espectáculo que no puedo denominar de otra forma más que de aterrador: vimos como las víctimas arremetían con babas de rabia contra sus propias sombras dándoles muerte y sufriendo ataques de corazón al darse cuenta cabal finalmente que a quien mataban no era otro que ellos mismos.



El abrazo habrá durado unos veinte minutos, al separarnos la chica (porque su copia era una chica) me regaló un espejo al que debo de considerar y tratar como mágico porque posee atributos que no os soy capaz de describir: se trata de un espejo que contiene las formas de las sombras que hace muecas prestas y ávidas por salir y/o expresarse de alguna manera. Esas sombras habitan a ras de tierra y buscan desesperadamente a sus medias mitades que flotan por los aires submersos en bellas palabras mas sin ninguna actitud. La visión de la sombra tiene usualmente como resultado la creencia de que se trata de un otro al cual se le acusa y atosiga, pero la sombra guarda en sí las reacciones de su otra mitad y, lo que le sucede a la persona es lo que la persona le deseó a su propia sombra.



Abrir el espejo mágico y dejarlo en la calle, internarlo por submundos electrónicos: esa es mi función, como ser completo no tengo ninguna otra.



No deseo que suceda, lo juro desde lo más profundo de mi corazón.

Texto agregado el 08-10-2005, y leído por 207 visitantes. (0 votos)


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