Apura su paso, la calle esta rara, fría, con sombras imaginarias ¿habrá sido el prensao’ que se fumó hace dos calles?, demás, pero no deja de perseguirse, siente un silbido a lo lejos.
- Mierda, ahora si cago.
Piensa. Nuevamente apura su caminar, esta débil, sus pulmones no son los mismos de antaño cuando corría raudo por la cancha del barrio, el progreso se comió la dulce cancha, ahora son una villa, pobre y mal oliente, pero al fin y al cabo que no lo es en estos tiempos, sobre todo en esta ciudad.
Tose. Escupe y vuelve a toser, esa mierda lo tiene realmente a maltraer. Sus manos están sudadas pero las siente frías. Se detiene, espera y putea al cielo.
- Déjenme tranquilo por la mierda.
La calle se hace mas larga y con la oscuridad, mas aun. Los perros no paran de ladrar. Mira con cautela al tipo de la esquina, demás que es cocodrilo y lo caga por la espalda. No cree, debería tener valor para hacerle daño, no en vano fue cinco veces campeón de Chile de boxeo. Continua. La dirección apunta al callejón oscuro de siempre, le viene un repentino dolor estomacal nauseas, arcadas. Ya pasará. Se inquieta, en realidad ya no aguanta mas, saca el filtro, lo escupe, le pone unos fósforos sin cabeza y le deja caer en la boca de aquel malogrado cigarro el polvillo que tanto deseaba. Lo anuda en la punta y le da tres toques, para que baje según él. Saca un encendedor, lo prende y pasa por todo el cigarro, meticulosamente, sin quemarlo demasiado, sus ojos denotan la angustia, nuevamente un malestar se hace presente. Se apura, lo prende y comienza a fumar, el placer le recuerda la ultima vez que tuvo sexo, no de ese que tiene con cualquiera que se vaya con él por una quemada, sino con la Jessica, su mina, la mas rica de todas a su parecer, la mina del conventillo. Segunda quemada, piensa en lo mal que lo tiene el vicio como le dice él, ya no tiene casa ni auto, los muebles y todo lo que tenia en aquel hogar se hicieron literalmente humo, su vida también. Se fue del lado de su madre para no causarle problemas, peor la dejó. Tercera quemada, el recuerdo de su hijo se hace confuso entre el humo y el olor a putrefacción del callejón. Sabe que lo extraña. Cuarta quemada, debe plata y sabe que no tiene nada, el ultimo trabajo lo perdió por robar parte de la mercadería, necesitaba fumar. Casi quemando el filtro, llega el recuerdo de la Mejicana que hizo ayer, el Viejo Pato no se anda con rodeos, le dijeron por ahí que lo mandó a buscar, mas bien, todos los hijos del Viejo lo están buscando, no tiene miedo, en realidad ya no le queda vida, si muere, muere. Una vida corta alegre dice él.
Paranoia. El efecto ya se hizo sentir, mira a los lados y una gato negro que saltó de un lado a otro del techo remeció la calamina, lo hizo perseguirse demasiado, toma su cara con una mano y se estira el rostro. Muerde su labio inferior, su cuerpo pide más, ya no queda plata, ni nada de lo que quitó ayer, ni siquiera monos para pilotear, no hay nada. Mientras la desesperación se apodera de su cabeza, aparecen dos sombras, por lo visto bien vestidas y formales, a medio sentar solo atina a levantar la cabeza. Los tiras.
- Vamos, este hueón no es.
- ¿Lo conoci’?.
- Sí. Está todo cagao’.
El susto duró poco, sabia que no lo llevarían ni lo harían hablar, lo conocían bien, alguna vez las hizo de sapo, cuando era mas joven y recién se adentraba en la calle.
Relajo. Dura unos segundos, digiere el pasado episodio y vuelve el deseo por más. Piensa golpear la puerta del Chino, pero sabe que no le va a dejar al lápiz nada de nada, incluso le debe, a lo mejor hubiese sido en los buenos tiempos cuando tenia plata y le hacían regalos o seis por cinco como le decía cada vez que con una sonrisa golpeaba la puerta de la casa del Chino, pero por ahora no. Apoyando sus manos para levantarse siente una fría pieza de metal en la parte superior de su cabeza, una sombra se posa delante de él con una extensión en forma de pistola saliendo de su brazo derecho.
- ¿Que te dijimo’ conchetumadre?.
- ¿Te crei’ muy vivo hueón.?
- A ver si te hací’ el valiente ahora pajarón.
Un seco disparo se oye en el callejón, retumba las esquinas del viejo barrio. Se asoma una vecina, mira para ambos lados, cierra su ventana, se entra.
Fin
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