Me encuentro en la negación absoluta de una aceptación y unas somnolientas ganas de detener mi mano, no hay más que letales pretensiones de una tranquilidad inoportuna
Y una infracción a los siglos sin nombre del recuerdo

Y aún no me he permitido contemplar la comedia inverosímil en la que me he convertido, no me he persignado frente a tu imagen por miedo a devaluar la loca coacción de un beso,
No pretendo indagarte y respirarte más de lo que un sueño permita ni admirar la procesión pura de tus manos
No,
Porque aunque quisiera reiterar mis anatemas y absurdas ambiciones he decidido ya hace dos lunas darle rienda suelta a la cobardía y abrirle paso a la estupidez
Y detener el segundo pulso de mi cuarta mano
Y amedrentar la sonrisa oculta en alguna tarde de julio,
Para alimentar las lombrices del presente, tan inconcluso como muerto
Y empalarme en una farsa que me duele solo a mí,

Solo pretendo recordarte con una montaña de culpas a cuestas
Y unas quince lágrima intrínsecas y ocultas,
No te alejes ahora, mientras divago entre tu nombre impronunciable,
Olvida aquellas tórridas palabras que te han lastimado,
Cesa de respirar mis tóxicos aromas
Atrapa el crepuscular quejido de mi voz, y cuando por fin comprendas que la vida es algo más que palpar la silueta de lo oscuro
Cédeme el paso a la muerte que acabas de abandonar.