Me encanta cuando sales a las calle
y veo el paso de los años por mi ojos,
mientras te miro,
y te recuerdo mía como alguna vez,
cuando te tuve, y salías a buscarme
como si yo no fuera a volver ya nunca;
cuando resbalan tus caderas
contra el otoño,
y soy el viento que surcas tras de ti
mientras te alejas,
como si para que volvieras
sólo bastara con llamarte,
y estar ahí, como siempre, para ti.
Tengo este corazón apretado cada vez que te vas,
y pareciera que ya no te importa,
porque te vas y no volteas
para cerciorarte de que mis ojos
aún no dejan que te vayas.
¿Sería preciso recordarte quizás
que yo aprendí a ver
cuando la revelación de la luz
nació para mí desde tu pecho desnudo,
o de que tu sexo fue la luna llena
donde colonice mis tierras,
y tu cara el sol?
Cuando sales a la calle
con tus pasos lo rompes todo,
partiendo por mí,
que te miro desde lejos, y huyo,
para que no crezca la distancia desde ti,
sino de mí, que aún te sigo desde lejos
para que no te vayas…
sin mí.
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