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Ayer te vi de nuevo

Ayer te vi de nuevo, Matilde, cuando bajabas por las escaleras que están frente a la oficina. Ya habías bajado dos o tres escalones antes de que me diera cuenta. Yo me encontraba tomando una cerveza, como siempre con Santiago, el de mercadotecnia. Estábamos en la cafetería de enfrente y yo había escogido el lugar de manera que pudiera ver la entrada del edificio, de manera que pudiera verte al salir. Hacia las seis y media saliste por fin. Vestías tu falda larga de estampados azules de algodón, la que te envuelves como un gran pañuelo alrededor de la cintura, y un sueter blanco que no te había visto antes. Bajabas lentamente los escalones, probablemente porque la falda no te permitía hacerlo más rápido. La brisa creada por los coches hacía mover tu pelo, que llevabas suelto como siempre. “¿Daniel?” Me interrumpió la voz de Santiago “¿Qué si quieres otra cerveza te pregunto?” “Otra igual” contesté, no porque realmente la quisiera sino para no enrollarme más. Cuando volví a voltear estabas ya cruzando la calle. Entraste a la cafetería y te dirigiste a la máquina de cigarros. Te veía yo desde atrás, te quedaba bien la falda esa. El pelo te lo debías de haber peinado con mayor cuidado esa mañana, pues te brillaba más que de costumbre. Tal vez sencillamente, como dicen los gringos, “you were having a good hair day”. Al salir pasaste junta a nuestra ventana y yo te me quede viendo. Vi como te acercabas, vi tu cuello, tu pierna izquierda, cuya pantorrilla se asomaba de entre la falda con cada paso que daba, tus ojos, tu boca entreabierta. ¡Dios! ¡Que bueno que no trabajo en el mismo piso que tú, pues no sé como podría llegar a concentrarme! En ese momento volteaste y me miraste, al menos eso pensé hasta que vi que sonreías y oí la voz de Santiago atrás de mí diciendo “hola” al tiempo que ponía la botella de Corona enfrente de mí. Tu cuello se convirtió en nuca y en tu lugar quedaron Santiago y mi cerveza.

Todo eso fue ayer. Hoy te encuentras enfrente de mí. Te acercas, me acerco. Me miras, te miro. Bajas la vista. Te acercas más, te siento cerca, casi puedo tocarte. Se me atora el ritmo de tambor en la garganta. Respiro tu olor, siento tu aliento. Tu hombro roza el mío. Continuas tu camino mientras yo me detengo para volver la mirada y ver como te alejas. Voy a llegar tarde a la junta. Tal vez mañana encuentre que decirte.

(Se agradecen votos/comentarios. Gracias, Luis)

Texto agregado el 06-10-2005, y leído por 270 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
11-10-2005 aqui te presento a un colega.. ejem se me corto antes el mensaje, ajaja.. lo siento.. un susurro* susurros
11-10-2005 dilee algooo, ajaja aiiiis, por Diooos, cuanto tiempo se pierde por la absurda timidez... Me ha encantado, me has dejado con las ganas de decirle. Matilde ven que aq susurros
 
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