Nos vimos en la boleteria, o mejor dicho me sentí observado mientas sacaba el ticket. Quizás por eso tarde un poco en recoger el vuelto, y el que me precedía en la fila me dio un disimulado empujón con el antebrazo para reclamar que era su turno; me disculpe con un gesto y apure las monedas por el mesón de acero inoxidable hasta mi mano, ordenándolas instintiva mente por tamaño. Tome el boleto y me dirigí al andén: lo mire minaras bajaba la escalera, él sonrió mostrando dientes cuidados e hizo un alto para acomodarse la correa del bolsillo que cargaba y de paso indicándome que me esperaba. Su aspecto era de pasajero ocasional, chaqueta y pantalones de cuero negro, pelo teñido rubio hasta casi el blanco y zapatos con detalles de acero. Eso y su insistente mirada fueron motivos más que suficiente para elegirlo, no es que tenga un patrón para hacerlo, es algo inexplicable, solo sucede.

El tren anuncio que partía justo cundo metía el boleto a la maquina y empujaba con mi pierna el mecanismo para pasar, él a su vez llegaba al descanso de la escalera, y al escuchar el pito corrió – como casi todos los que estaban a medio camino en la escalera – para alcanzar a subir al carro antes de que se sierren las puertas. El tren se alejo a mi quinto o sexto peldaño; mejor para ambos, pensé, y termine de bajar lentamente; al girar hacia el pasillo, ahí estaba, en el andén, esperándome, sonreía ahora con todos sus dientes y me salio al encuentro sin esperar que me acercara.

- Hola, soy Luís Alfredo – dijo, y me dio un intencionado apretón de manos.
- Fernando…Fernando Pardo – le contesté sin temor. Estábamos solos en el andén. Miro mis cuadernos y pregunto qué estudiaba, le contesté, fuimos tribales mientras esperábamos el siguiente tren, él sonreía cada tanto incluso cundo iba cayendo frente a la veloz maquina celeste.

::::::::::::::::::::::::::::::::fin::::::::::::::::::::::::::::::::