Silencio, soledad, gritos remotos, pasos extraños, gente callada esperando una micro, gente cansada y sola, una calle mojada y unas luces tímidas alumbrando el pavimento bajo la noche espesa son las cosas que me separan de él, son las cosas que me rodean y lo rodean, son el escenario de una escena final, la última de una historia breve, de una noche que tuvo un final inevitable y que pronto desaparecerá de nuestras vidas, de las mentes, de los recuerdos. Él está lejos, al otro lado de la calle y las luces, al otro lado del vacío y las voces lejanas, él está esperando volver a casa y yo esperando volver a la mía. Él está parado justo en frente, yo lo miro, él me mira, nadie hace nada. Yo quisiera que ese fuera el destino del resto de mi vida, parada bajo el frío inminente del amanecer mirando su cara distante, mirando sus ojos porque no puedo hacer nada más, la noche acaba, la historia tiene fin, él se irá, yo me iré, nunca volveremos a vernos.
Podría cruzar la calle y las luces y los ruidos ambiguos de las tinieblas pero no lo hago. Podría cruzar la calle y decirle que se quede conmigo. Decirle que la historia puede tener un final distinto, decirle que podemos demorar el momento, el sol aún no sale, aún hay tiempo, tú podrías abrazarme, yo podría responderte, podríamos atrasar la noche esquiva y quedarnos juntos en la calle mojada bajo las luces amarillas sorteando el final inevitable.
Él sigue lejos, tan distante, remoto, su cara se pierde entre la oscuridad y los pasos extraños, se pierde entre las caras cansadas y el frío del amanecer. Yo tomo la micro, yo decido que el final es irremediable y que no puedo huir, que no podemos evitarlo porque así es la historia, así está hecha. Y lo miro mientras me alejo, lo miro parado en esa calle mojada y vacía, él me mira y prolonga la mirada, que no se corte, que ese sea el final, una mirada eterna, que se extienda hasta el amanecer y hasta que salga el sol y sigamos mirándonos porque no quiero olvidar su cara, porque no quiero olvidar esa calle mojada, ni las luces tímidas, ni sus ojos, ni la historia efímera que se extingue con la noche, con la distancia.
La mirada se rompe. Él se quedó en la noche, en la calle mojada y solitaria. Yo me quedo con el recuerdo de una noche frágil que se extingue cruelmente. Nunca volveremos a vernos.
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