Trib. Ingrid Gallardo
“¿Qué ha pasado?”, dijo con voz cansada, antes de guardar silencio. Se envolvió las manos con su bufanda, mientras se acariciaba el pié izquierdo con el derecho. Un pensamiento rompió su mutismo mental sin darse cuenta de lo sucedido. Su primera reacción fue fruncir el ceño, luego los labios, luego el alma y, por último, tiró a la basura sus sueños. Después de un rato de letargo muscular, espantó al silencio y gritó a todo pulmón y con los ojos bien abiertos: “¡La vi! ¡Yo la vi!”, pero nadie le prestó atención.
Maniatado, así como estaba, tomó la pistola y la escondió entre sus intimidades. Se levantó de un salto y encendió un cigarrillo, el cual, tres minutos más tarde, apagaría en su muslo derecho. Su mirada cargada de sufrimiento cortaba el último halo de humo, mientras que su voz se alzaba nuevamente con un grito de guerra: “¡Maldita! ¡Maldita! ¡Esta vez sí te voy a matar!”, y al instante, un disparo anunció la muerte.
Ya han pasado muchos años, cargados de gente con sueños y colores, desde que la vida lo anunció. Unos se quedaron y otros no. El cielo cambió de color, mientras el viento seguía otro rumbo. Las palabras se fueron, pero las ideas quedaron… y al hombre que a la existencia quería matar, la vida lo mató.
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