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Pocas flores sobre la tumba.
Entre ellas una flor roja; roja como la sangre de los cuerpos moribundos por las heridas. En los cementerios no hay cuerpos moribundos, no. En los cementerios los cuerpos están muertos, bien muertos. Fríos, descompuestos por la putrefacción.
-¿Qué es eso? -Sus ojos desorbitados miraban lo que ocurría a muy pocos pasos.
¿Una lápida levantándose sola? ¡No! No puede ser. Las lápidas no se levantan solas. Estaba alucinado, quizá. El cansancio, su crueldad en aquellos tiempos, en aquellos días; su vanidad, su despótico egoísmo con los seres amados; la ceguera de los necios que marchita el corazón de los que aman.
Sí, eso debía ser. El cansancio de alguien arrepentido. Arrepentido por todos esos años de soberbia, de engaños y mentiras con un final desconocido.
-Pero... ¿por qué pensaba todas esas cosas? ¿Por qué en ese lugar? ¿Por qué, cuando era tarde?
Muy tarde para recobrar algunos años felices que no supo retener y los impulsó por la negra inmensidad y la tristeza de los tiempos.
Mientras discurría en lo que no pudo ser, la tumba seguía levantándose más y más. Y él...él, él que nunca creyó que siempre hay un mañana, viajaba por el presente del ayer que ya no estaba en ese hoy implacable y torturante de recuerdos.
La lápida estaba totalmente levantada, y él, seguía viajando por el tiempo, un tiempo que no era el suyo, el tiempo que fue modificando la paz y la esperanza de los sueños.
El sonido de algo extraño, lo trajo a la triste realidad del hoy, del ahora que nunca más podría tener.
Frente a él...la lápida, esa fosa sepulcral que esperaba a un visitante en las primeras sombras de una noche sin estrellas.
No podía dejar de mirar, cuando una fuerza magnética lo iba acercando medrosamente hacia lo que no quería. Surgió así, de repente. Una húmeda y pegajosa niebla como venida de los confines del infierno para cobrar una deuda.
Ya estaba frente al macabro sepulcro de la venganza que aguardaba ansiosamente su llegada. El negro manto de tinieblas se abalanzó sobre él, dejando solo al descubierto, la punta de algunas cruces solitarias. Con la rigidez estatuaria de los que temen por causa de la con-ciencia, fue asomándose lentamente al rectángulo infernal, rodeado por la inquietante y espesa niebla.
La lápida vertical dejó a la luz, lo que quizás, llegara desde las más remotas profundidades del averno. Y...allí estaba, en la fosa negra, espeluznante, mirando fijamente sus pupilas. Quiso escapar, salir corrien-do, pensar que todo eso era nada más que un sueño, un triste sueño que soñó sin querer, del que nunca pudo desper-tar. Lanzó un alarido mental, electri-zando todo su ser. Estaba clavado en el piso, petrificado por el terror.
Él, él, que siempre se burló de los que había amado, estaba frente al tribunal de la vida, con un fiscal del infierno y un defensor de la muerte. Un sudor frío emanaba desde sus entrañas, comenzó a sentir un cosquilleo que iba tirando para abajo. El miedo le impidió gritar, gritar. Gritar muy fuerte. Nada salió de su boca. Solo silencio en la melancólica soledad de una noche de tinieblas.
Era una burla cruel del despiadado destino. Y...el cosquilleo seguía. Seguía, seguía subiendo y subiendo por sus tobillos, siempre tirando para abajo. Los pies habían desaparecido bajo esa tierra que lo iba deglutiendo poco apoco. Trató de aferrarse a uno de los bordes de la lápida levantada, pero nada pudo hacer. La cara que daba al sepulcro, tenía una viscosidad pesti-lente, resbaladiza que impedía la salvación del réprobo.
También sus rodillas estaban desa-pareciendo bajo la tierra.
Y el cosquilleo, ese cosquilleo subien-do y subiendo. Y él, cada vez más aba-jo, burlado por el pavor fosilizante de ese sepulcro con la lápida levantada. Todo el cuerpo estaba siendo devorado por esa famélica tierra anhelante por terminar la faena.
...Y el cosquilleo seguía. Seguía subiendo más y más, transportándolo por el sendero de un abismo desconocido.
Nada más que su cabeza y sus manos se veían sobre la tierra.
Y el cosquilleo, ese cosquilleo desbastador que subía y subía, ingur-gitando todo lo que encontraba en su paso, fue menguando las esperanzas de quien no quería morir. Con su mano derecha, trató de aferrarse a algo para detener el vertiginoso descenso hacia el infinito, pero, todo estaba perdido.
El cosquilleo subía y subía por el cuello del que nada se veía. Parte de su boca estaba bajo tierra, bajo esa tierra de sepulcro, donde el cosquilleo seguía tirando para abajo, entrando por la nariz, por esa nariz que se extin-guía de la faz de la tierra.
Y el cosquilleo en su boca, sí, su boca llena de es cosquilleo nauseabundo que tiraba para abajo. Solo sus ojos estaban afuera de la tierra a punto de desaparecer. Unos ojos fijos, queriendo mirar adentro del sepulcro de esa lápida levantada. Esos ojos mirando por última vez, a quien lo petrificara con una estruendosa carcajada.
Y el cosquilleo, ese cosquilleo ya en su cerebro, estaba cumpliendo su misión donde quedaba muy poco de algo que fue. En el último segundo compren-dió todo sobre la vida. Supo que no había ningún ser vivo. Todos estaban muertos, bien muertos. Comprendió que en la llamada vida, estaban todos los muertos soñando que vivían y...la carcajada, la espantosa carcajada de la ironía, esa ironía que le negó la alegría de soñar lo que quería. Soñar que caminaba de la mano con un ser amado por la densa niebla, alejándose del mundo perverso para no volver.
Y... se alejó, sí. Se alejó. Pero... solo, muy solo. Seguido solamente por una carcajada, esa... carcajada. La espantosa carcajada de la ironía.
Omar Ordóñez

Texto agregado el 05-10-2005, y leído por 388 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
09-12-2005 LOrdhenry, realmente eres un gran escritor. De lo mejor. Clodet clodet5
27-10-2005 Parece un examen de tu vida. ¿Lo es? Muy profundo y realmente bueno.Te felicito lord henry, eres muy byeno.***** orfeo10
23-10-2005 Mi lord, este cuento esta muy muy bueno. Me parece que es una radiografia tuya. ¿Puede ser? Me encantaría tener tus ideas y escribir asi. Felicitaciones. Alzira Orjuelo alzira
12-10-2005 Muy lindo a pesar del tema que tocas,pero muy bien escrito,y sabes?me gusta como escribes,jajasjaj,zulema zulema1
09-10-2005 Hermoso, pero muy triste, hay días en que me gusta leer historias de amor, de esas con un final feliz que ya sé no siempre son verdaderas, pero levantan el ánimo. *****. Un beso. Pilef
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