Soledad
Me desperté y me di cuenta
que tanto el sueño, el tiempo
y otras razones inevitables
me obligaron a empezar así el día,
solo.
Entre el polvo, mi cama, mi ropa y mi computador,
la compañera soledad me ayudó a ordenar mi vida.
Pero no todo era soledad. Todo aquello tenía un sentido.
Tomé la decisión de compartir con mis seres queridos.
Pero el tiempo se alianzó con la soledad
y me hizo elegir.
Fue así como la soledad me acompañó durante toda la mañana.
Por la tarde la llevé a recorrer la ciudad.
El metro, una secretaria, unos libros, unas gitanas,
una iglesia, dentro algunas estatuas.
Había pasado la hora y el teléfono no sonaba.
Calles, semáforos, ambulancias y hambre.
El frío llego mientras estaba sentado en una banca.
La gente pasaba, el tiempo también.
La soledad seguía acompañándome,
mientras el teléfono no sonaba.
Se hace tarde.
No quise llamar a la esperanza
porque ella traería a el sufrimiento.
Gente espera por mi a lo lejos,
mi padre y mi hermana,
unos amigos que extrañan mi voz.
Y el teléfono sigue sin sonar.
El frío y el hambre me acompañan junto con soledad,
mientras esperanza me mira a lo lejos queriendo irse.
El sol ya cansado, se fue a dormir.
Yo, esperando que me llame.
Sé que tal vez no lo haga.
Tal vez lo haga más tarde...
Tarde, como si el tiempo se riera de mí.
Se que nos veremos hoy u otro día.
Y me dará explicaciones que no pedí.
Sé que me querrá abrazar y yo se lo negaré.
Sé que me hará muchas preguntas
y que la culpa le hará compañía.
No quiero explicaciones ni abrazos de perdón.
Sólo el tiempo es el culpable,
él y la soledad, que quería acompañarme una tarde.
Pasará un rato y le daré un abrazo, no de perdón.
Quiero que soledad se haya marchado
y que se lleve con ella a la culpa y a dolor.
Será en ese momento cuando le abrazaré.
Y nos reiremos del tiempo
y de su gran estupidez |