Lo primero que noté fue que no podía concentrarme, aunque no sabía concentrarme en qué.
Sensaciones mezcladas.
Volvió a mi vida (hay cosas que nunca se van del todo).
Me dejaba caer a cada rato en los papelitos de alegría instantánea.
El sexo como reacción contra la angustia. Dos cuerpos sudando; trabados en una especie de batalla contra la nada.
Para rescatarme?
Todos los fantasmas entre nosotros.
Y, al final, el miedo.
Me miré a través de un caleidoscopio.
Tal vez sea ilusa la pretensión de ser uno solo.
Todo lo que estaba dormido se despertó de repente, provocando un estallido de luces, y yo, como si nada, manteniendo la postura, paseando a un autómata entre los nuevos deberes.
Si cada conmoción es más fuerte que la anterior, hasta donde podemos soportar?
No tengo que contestar todo ahora, creo que no.
Es increíble, cuando uno descubre lo que pasa. Está todo bien.
Tenemos nuestro lado perverso, fumando un porro en el abasto, como si fuéramos pendejos.
Pero en el fondo, todos deben tener uno. Sino, me da igual.
Al final, no sé muy bien que hacer con esta crisis. Esta es distinta a otras, y en realidad, tampoco fueron tantas.
No sé si quedarme quieta mirando, y esperar que pase. O, hacer algo, pero algo como que?
Parece ser una reedición violenta y confusa de mi vida,( especialmente, mi adolescencia). Y, en lugar de sentir que tengo mil opciones por delante, siento que tengo mil quilombos por detrás. Que se yo.
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