De armas tomar
Giuseppe Dangelico Pino, junto a otros quince estudiantes, se encontraba dibujando una modelo en la prestigiosa Academia Brera de Milán, una de las más prestigiosas del mundo; mientras trabajaba pensaba: “Creo que hice bien viniéndome a estudiar a esta academia. En mi querido Bari habría terminado trabajando de estibador en los muelles. Qué preciosa es esta modelo, se ve tan suave y dulce ¿qué pensará mientras posa? Lo único que sé de ella es que se llama Lucía”.
Lucía llevaba casi dos horas tendida sobre un colchón que semejaba una cama y pensaba: “Esta posición es incómoda, forzada, este profesor siempre buscando poses complicadas, pero ya vamos a terminar. De todos estos estudiantes el único que me simpatiza es el flaco rubio, al que le dicen Daeni, ojalá me hable”.
—En Bari estudié en el Instituto de Arte, pero allá no hay trabajo para un pintor, que es lo que quiero ser. Tengo recién 21 años y luego de un tiempo acá en Milán, lo único que deseo es irme a radicar a los Estados Unidos. Y tú, ¿por qué trabajas de modelo?
—Me gusta mi trabajo, es bien remunerado y con ello vivo y pago mis estudios de Enfermería. Además estoy acostumbrada a este ambiente, mi padre es pintor.
—No me digas, ¿pintor?, cuéntame de ello.
—Es un tema triste que prefiero no tocar, pero…actualmente está en presidio, condenado por un crimen que no cometió y todo fue por mi culpa.
—¿Por tú culpa?, ¿un crimen que no cometió?
—Hace dos años, un estudiante de la academia, con el que salía, lo invité a mi casa y él trató de violarme, me defendí y lo maté con un fierro. Mi padre, que estaba en el segundo piso bajó al sentir la pelea y se culpó del asesinato. Los jueces le creyeron a él y yo sigo en deuda… ¿pasemos a mi departamento?, te invito un café.
JORVAL
041005
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