Con la furia del impotente, regreso al desvió por la ciudad del engaño, poblada de tormentos y privados del silencio. Esa ciudad que irradia oscuridad al cielo y esparce cansancio en porciones de violencia.
Participe de un futuro indiferente al mío, el camino nos arrastro por diferentes latidos; algo irrealizable pero sin ser fracaso por que fuimos llevados por las manos llenas de buenos sentimientos, pero opuestos por la falta de momento y la prisa inoportuna. Compartimos una actitud uniforme pero ideales repelentes entre si y eso nos encontró incompatibles nuevamente.
Que importa poder liberarme de la nítida mentira que prometías si la obra vuelve a manifestarse sombría y escapa, nuevamente de esa claridad que impide que las distancias devoren en pedazos la inútil espera, espera que ya solo multiplica el dolor. Ahora se que aquella ilusión fuerte y hermética que iluminaba el mar se transformo en una cruz de desilusión permanente que apago todo rastro de perseverancia. Confío en el misterio que esconden los días por que se que la oportunidad no me abandonara y que solo es necesario un instante para el cambio propicio.
En ocasiones me siento vencida, es cuando pienso en la verdadera riqueza que aparece en lo profundo del alma: cuando recordamos, la memoria recorre las distancias en segundos y el suceso resurge en nosotros en instantes de eternidad que dibujan inmortales sensaciones en el rostro. Recuerdos y hasta perfumes que llegan a sostenerme cuando mas te necesito.
Me pregunto si el sueño acaba de morir o si solo se oculta en mascaras de inocentes cobardías, inocentes para mis ojos, quienes descreídos buscan por impulso encontrar un rasgo de sinceridad en algún rincón perdido en la cima irreal del universo utópico del pensamiento y sus palabras.
Con o sin razón y sin saberlo también, esto no es mas que una puerta de huida, un escape de esa ciudad al alivio: el de deslizar mis emociones sobre algún papel.

Agustina