Es curioso que la palabra "Descenso" pareciera provenir del acto de Des - censarse: salir del censo, del consenso; moverse hacia fuera de lo común, del acuerdo mancomunado y dado por un hecho.
Es curioso y a la vez oportuno para lo que deseo sugerir.
En todas las épocas ha habido toda clase de estudiantes y de maestros en el arte del descenso (Diógenes, imposible no recordarse de él).
Dostoievsky fue uno de ellos, creo que Quiroga fue otro, Lautréamont indudablemente si no lo fué, lo hizo a través de su deseo.
Algunas personas poseen la inquietud de escribir; es su pasatiempo, no su meta. Es el caso de Rimbaud, que soltó la pluma para probarse a sí mismo en nuevas maneras.
Pero, a la escuela del descenso podemos llamarla igualmente Budismo, Chamanismo, o el nombre que se nos ocurra darle a cualquier disciplina que consista en descensarse dentro de lo que podríamos denominar como una Escuela. Una escuela abierta en la que, al contrario de lo que usualmente podemos creer, las máximas colaboraciones no consisten en seguir o continuar con un modelo o patrón dado; si no en la improvisación a raíz de la experimentación.
Es sabido que la rutina carga al ser humano con un tipo de energía específica. La práctica del descenso consciente no posee como objetivo directo la desrutinización del individuo, si no las alteraciones de sus energías. Por lo tanto la desrutinización es una consecuencia y no la causa.
El ser humano cree necesitar y se adhiere a aquello de lo que se ha convencido que necesita, a este acto lo denomina "Sobrevivir" (por costumbre). El descenso consciente consiste en la liberación sistemática de tales necesidades obligando al organismo de esta manera a adaptarse a las nuevas circunstancias, y por lo tanto generar nuevas energías.
Es posible, por ejemplo, vivir todo un invierno en la calle sin necesidad de un abrigo; se altera, en este caso, la frecuencia mental del individuo y el organismo reclama una nueva dieta. Mientras el organismo se adapta a la nueva circunstancia el individuo se halla submerso en sí mismo escuchando sus nuevas prioridades y conveniencias (aquello que le conviene al organismo del individuo para la adaptación a la nueva circunstancia). El organismo se mueve entonces en base a adquirir una nueva resistencia y las prioridades del individuo consisten en suministrar al organismo la posibilidad de que se forme la resistencia adecuada a la nueva circunstancia (en este ejemplo a la adaptabilidad al frío).
Dicho suministro puede ser algo tan sencillo como una nueva forma de respirar, de moverse o un prolongado estado de quietud, una navegación distinta de los pensamientos hasta que el organismo hace los cambios necesarios para adaptarse a la nueva circunstancia.
El individuo vive entonces en base a los requerimientos inmediatos de su organismo y nada más.
Se encienden los chacras y aparece la supraconciencia, el organismo no desperdicia entonces ni un ápice de sus energía. Los sueños no son entonces ilusiones ni una vía para satisfacer deseos o necesidades sexuales o emocionales insatisfechas, mas sí verdaderos viajes astrales en donde la conciencia adquiere la posibilidad de actuar y de influenciar directamente sobre las cosas desde otros planos: El cuerpo de sueño es entonces un cuerpo energético y no una ilusión o una fuerza que pueda ser fácilmente consumida por otras fuerzas.
(Viviendo en base a la inmediatez del organismo todo el resto de la energía que conforma el mundo inmediato de alrededor del momento dado carga al cuerpo energético del individuo en plena vigilia y esta carga sirve como "gasolina" para el viaje astral en sueños, es así de sencillo. Por otro lado, una experiencia de descenso y readaptación del organismo a nuevas circunstancias queda "grabada" en el individuo. Por lo tanto podemos afirmar que una vez que se vive una "experiencia" (un proceso de adaptación) es posible reproducirla después de haberla vivido; en cualquier momento e incluso en cualquier otra circunstancia. Pero hay que haber colocado la información en la memoria orgánica sufriendo la experiencia, como quien dice: en la piel. Después de haber entrenado al organismo a una adaptación, recurrir a dichos cambios por una segunda vez se hace fácil. El organismo de los seres tiene memoria. Los primeros cambios son los que ameritan de una profunda concentración ya que son comparables, en pocas palabras a forzar al cuerpo a una mutación, a un cambio biológico, a una alteración profunda del metabolismo.)
Estando el Universo constituido de energía, el practicante del descenso consciente, no posee otra meta más que mantener su conciencia energética en conjunción con otras fuerzas.
Para ello rechaza la vida habitual y habituada y encuentra.
"Dios" (las fuerzas del Cosmos) provee a quien lo intenta.
El ser humano necesita muchísimo menos de lo que cree que necesita para hallarse bien.
Es normal que, estando cargados mediante una rutina X de un tipo X de energía, nos parezca que otro tipo de energía no-X está mal. Solemos buscar el consenso ajeno para asegurarnos de que lo que hacemos está bien.
Pero viendo los abusos que se hacen los unos a los otros, hemos llegado a la conclusión de que lo que hacen está mal, porque tratan de suplir las carencias energéticas no mediante un cambio propio de actitud o de comportamiento; si no a través de alimentarse a costa de la energía de los demás y esa manera de intentar satisfacerse a costa de los demás y a la vez justificarse, nunca da satisfacción.
El mundo es un campo muy extenso, no es un censo.
La salida del censo da satisfacción.
|