Mi pluma ha caído en el letargo de lo exquisito, en ese sabio temerario deseo de lo concebido en la encrucijada de mi destino, mendigando alabanzas, con excusa fatiga impertinente, como esas que adornen los dinteles de mi mente barda, porque aunque es como dijera Cervantes que la adulación es de ruin casta, refiriéndose a la adulación decía el ilustre maestro de letras castellanas, , “dadme de sal un panecillo por lo menos que yo os le marco por vendible, y basta”,
En mi Salvatierra de antaño, por el camino viejo a Acámbaro, a la vera del río Lerma, y a lomo de mula parda de tartamudo paso, andaba de semana en semana para llevar a San Agustín la despensa para aquel viejo campesino, mi abuelo, un señor de balanceo andar por los años encima 92 nacido en la década primera del siglo pasado, ya corto de vista, sus manos acusaban el desmedido trabajo haciendo de la tierra su celo y su porvenir para sus hijos, sembrador consuetudinario, cada año una nueva experiencia y en algunos no siempre buena, pero así es la vida del campesino, este santo varón mi abuelo, había tenido otros oficios, peluquero, artista de las tablas, elocuente pordiosero, orador de políticos en la década de los 40´s, la mula sabedora del camino apresuraba el paso, haciéndome correr tras de su cola, mis pasos agigantados por el deseo de ver al abuelo, esta pinche mula era de ingenio cabalmente entero trotaba sin retobos ni chasqueo de látigo,
En las ancas del destino, y a lomo de esta mula parda, por fin llegamos a San Agustín, vaya cabalgadura había perdido costumbre de montar, así que llegue todo molido de las nalgas y los riñones hechos añicos, bajaba de la montura ligera, ya pie en tierra, a la entrada del pueblo tocaba una murga sones llenando de escalas mi alma enamorada, que como águilas saetadas herían corazones, al fin en brazos del abuelo, supe de mis orígenes.
Porque en la piedra que en mis hombros veo, la faz de una mujer que a mis designios compete esa que en muchas leguas de jornada se acuna a mi pecho errante, oficioso de letras, siente correr por mis venas sus anhelos de mujer y madre, señorona y preciosa poeta,
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