Domingo 28: dormí tres horitas antes de las once. Un avance. Lo de anoche me parece que fue hace tiempo, y que en vez de tres días fueron once semanas de gente, revolución, vino, y cerveza.
Llovía. Día gris. Los de la Casa Marx seguro cancelarían el recital previsto en el anfiteatro del parque central. Igual fui. Lleve una cámara de fotos y unos fanzines para regalarle a Metric antes de que se volviera (a Mendoza era?).
Llego y ya habían suspendido todo, aunque la lluvia había parado. Le regalé los zines a Metric e insistió en pagármelos. Finalmente tuve que aceptar porque tenía que volver en colectivo debido al barro que habría.
Me regalaron un cerámico de Zanón, que recuerda esta fecha y el “1° certamen experimental de arte independiente”, me fui de ahí y me olvidé la plata.
Fui a la plazoleta de los artesanos y vi a Natacha, crucé caminando con las piernas todavía doloridas (me dijeron que era ácido láctico en los músculos), y ella me preguntó si YA estaba en pedo. Un bajón, ella tenía la idea de que era un borracho, pero siempre tome menos que ella!!
Me dijo que estaba esperando a Maylén, que estaba hablando con un tipo. Le digo que me espere, que iba a buscar unas monedas que me había olvidado en la Casa Marx. Fui y Metric me dice que teníamos que salir a buscar cambio, que las monedas murieron en una vaquita.
Mientras buscábamos un quiosco, charlábamos. El acento que tenía era genial. Le parecía re copado que un chico de mi edad escribiera mis cosas y se interesara de verdad por todo esto, me dijo que estaría bueno organizarme un viaje hacía Mendoza, y que me empapara de todo esto. Y yo le dije que todo era basura. Que yo había escrito todo eso, pero por inercia, que me parecía bien que haya gente poniéndole huevo a la cosa, pero que yo me sentía incómodo, que esto me gustaba pero me parecía que había algo mal, algo... “escuchaste eso de que la revolución sirve solo para que los que están abajo pasen a estar arriba y los que están arriba pasen a ser los de abajo?” le dije. Me sentí un poco como agrediéndolo. Así que le dije: pero disculpame, esa es la idea que tengo ahora de todo esto. Tal vez para vos esta bien así.
Llegamos al quiosco. Compró unos alfajores para que comiéramos, y me da dos pesos por los fanzines. Le digo que nos saquemos unas fotos, después se las mandaba por mail. Saco la cámara, y se había gatillado el rollo entero, solo. Me quería morir, también tenía pensado sacarme unas fotos con las chicas.
Nos despedimos, me dio su mail, y me fui a buscar a Natacha.
Estaba donde la había visto la última vez, estaba leyendo un libro apoyada en un auto. La cubierta se parecía a la de “El Visitante”. Pero me dijo que se lo habían pasado en la Casa Marx. Le mentí, le dije que había mandado a la mierda a los de la Casa, me dijo que porque. No sé que le dije. La verdad era que tenía ganas de mandarlos a la concha de la lora sin un motivo. Creo que fue una reacción alérgica. No sé contra qué. Le dije que encima me faltaba plata, había menos de la que “me había olvidado”. Me daba vergüenza tener solo dos mangos. Para mi son bocha, pero ahora quería tener plata como para invitarla a un restaurant pila, y que todos nos vean.
Dejamos de hablar, ella estaba como abstraída en algo y yo volvía a ser el tímido de siempre. Salvo cuando le regalé el cuaderno, siempre habíamos hablado con un par de copas encima. No tenía la fuerza para mirarla a los ojos.
Por ahí dijo que vayamos al ciber, que LOQUERO estaba dando el show acústico. Fuimos, y en esos cien metros no hablamos. Llegamos y le alcanzo los dos pesos que tenía, y me pregunta casi ofendida, casi desconfiada, que para que eran, le respondo que para la birra, y me dice: Primero hay que ver si entramos.
Nos sentamos en el cordón y no hizo falta el grillito, el silencio se escuchaba perfectamente.
Era consciente de que tal vez mañana la dejaría de ver. Tenía que hacer algo ahora, ya.
Era el momento en que uno se desespera y le dice a la chica todo lo que siente, cosas como: “sé que no soy nadie en tu vida, pero... en estos días me encanto estar con vos y me gustaría estar muchos más. Es una locura que tenga ganas de decirte que te amo. Pero más loco y enfermo sería que me lo calle y me ponga a pensar que es lo que siento, sabiendo que mañana te puedo perder para siempre.”
Y hablé.
- Che, yo me voy.
- Te vas?
- Chau- la besé en la mejilla y le dejé los dos mangos en las rodillas sin que se de cuenta.
Me fui masticando bronca. No mire para atrás, camine hasta Cipo, rengueando.
Llegue a casa a las 23. miré televisión, decidí no pensar en todo lo ocurrido. Me acosté, con la mente en blanco. Me dormí.
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