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"...Que hermoso cantar el de aquel ruiseñor azul, espero algún día tener uno para adiestrarle y enseñarle algunas de mis melodías favoritas..." decía siempre aquella hermosa mujer mientras cepillaba, frente al balcón, su frondosa cabellera color azabache...y no exageraba, aquel trino era dulce, tierno pero sonoro a la vez, haciendo que dichas melodías fusionadas con la frescura del amanecer y el aroma de la brisa matinal se tornen en una alentadora y refrescante combinación al iniciar la mañana.

Ante la sorpresa de ella ese día añorado no tardó en llegar, cuando una muy despierta y dorada ave de melódico gorjeo decidió establecer su pequeño nido en un rincón a lo alto de la habitación de nuestra querida joven.

Día y noche nuestra querida doncella procuraba adiestrar a aquella ave con las suaves y armoniosas melodías al compás de un dulce flautín al reproducir las mas bellas obras musicales de todos los tiempos. Duro fué su trabajo, pues la pequeña ave se resistía a complacerla, sobrevolando la habitación de un lado al otro soltando notas al viento que difícilmente emulaban el más simple de los estribillos.

Los días pasaban mientras el vigoroso ruiseñor azul, muy cerca de la ventana de nuestra joven doncella, y muy escondido en la floresta, se convertía en oculto y fiel testigo de todo este laborar, no existía día en el que nuestro azulado y vital ruiseñor no fijara fielmente su atención a las melodías y notas que escapaban del balcón hacia la espesura del bosque.

Otoño tras otoño, primavera tras primavera, y sin darnos cuenta, el dorado ruiseñor, después de muchos atardeceres, lograba finalmente reproducir nota tras nota y de la manera más dulce y cadenciosa, solo una de las tantas melodías que nuestra preciosa joven (ahora convertida en una hermosa mujer) solía interpretar.

La alegría por lo logrado inundaba el corazón de nuestra bella damicela; al amanecer y en la puesta de sol, la dorada avecilla entonaba una y otra vez la melodía aprendida...mientras el ruiseñor azul seguía allí, en el mismo arbol, sobre la misma rama, pero siempre oculto, presenciando la dicha por lo acontecido.

El tiempo pasa sin percatarnos y el dulce trinar de la dorada ave se había tornado en lo usual y cotidiano, lo esperado en la alborada y al asomarse el alba; sin embargo esta pequeña ave no reparaba en las atenciones de nuestra querida muchacha, ingresaba cuando el frío arreciaba o se acercaba la noche y salía cuando el sol se asomaba en el horizonte, ya no brindaba sus trinos en agradecimiento a los cuidados recibidos sino cuando se le ocurría hacerlo. Hasta que una gris tarde de otoño, cuando el cielo anunciaba una lluvia inminente y ante la sorpresa de la joven mujer, el suave trino del ave dorada dejó dejó de hacerse sentir...decidió volar sin dejar rastro.

"Dónde está?!?! dónde fué?!?! porqué me dejó?!?!" exclamaba ella con amargura y nostalgia, reclinándose triste sobre el balcón mientras sus tristes ojos se perdían en un mar de lágrimas que se confundían con las gotas de lluvia que el cielo dejaba caer.

A lo lejos, en el mismo árbol y frente a su ventana nuestro azulado y pequeño amigo fué testigo de todo lo acontecido, percibiendo el desconsuelo que rondaba en la habitación y en el corazón de la dulce joven. De pronto, y aún en medio de la fuerte lluvia, una a una las melodías que alguna vez interpretó el dorado ruiseñor se dejaba sentir... "Regresó!! por fín Regresó!!" decía ella mientras salía raudamente hacia el balcón e intentaba ubicar el origen de las melodías. Su sopresa fué grande al ver que el índigo ruiseñor era el autor de aquellos melódicos gorjeos y no su dorado compañero, una pequeña sonrisa se esbozaba en su rostro, pero no duró mucho...ella solo tenía en mente a su avecilla color de oro.

Desde entonces no hubo estribillo que faltara ni tema que no interpretara el azulado ruiseñor, todas y cada una de las bellas melodías se dejaron sentir día tras día desde aquel arbol frente a su ventana, pero a la vez percibía el descontento de ella...con su dulce canto y el mejor de sus esfuerzos, el pequeño azul intentaba alegrar su corazón despojándola del dolor de lo recientemente ocurrido; algunas veces logró dibujarse una leve sonrisa en su rostro y hasta un breve tarareo se dejó sentir, sin embargo los recuerdos y el pesar que rondaban los pensamientos de la doncella no la dejaban apreciar las intenciones de nuestro pequeño e índigo amigo...

¿Cómo debe terminar esta historia?...Ud. elige

Texto agregado el 04-10-2005, y leído por 159 visitantes. (0 votos)


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