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CUANDO TERMINA EL CREPUSCULO

Corina, la “Brigitte Bardot” de San Antonio, tiene que ir a trabajar. La anémica luz del atardecer entra por la ventana, inundando su almohada y de paso la despierta con un palmetazo azul – lila en el rostro. Se incorpora del lecho, su nido de lágrimas, de sueños truncos y alegrías mentirosas para caminar bostezando hasta el baño chico de lujos, pero grande de miseria. Afuera, el mar canta y acaricia la playa igual como el agua de la ducha recorre las lujuriosas curvas de su cuerpo cincuentón, preparándolo para una noche de manoseos mudos de sentimientos. El jabón barato del bazar “Covadonga” le regala motas espumosas de lavanda a sus senos ajados y a los pezones oscuramente usados, dispuestos a ser bacanal de labios hirviendo en licor y lenguas sedientas de pasión. La espuma sigue su camino hasta perderse en esa caverna donde la virginidad se suicidó un día, dando luz verde a la entrada de vergas ausentes de consideración y avasalladoras en el clímax sin sentido. Envuelta en una toalla percudida, Corina se mira en el espejo y la luz delatora de una ampolleta mustia deja al descubierto, en su cara, la huella cruel de la vida chinchosa y que sólo el maquillaje grotesco más el sonido diabólico del dinero del cliente pueden disimular. ¿Qué hora es?, se pregunta, mientras delinea sus ojos con una raya negra, egipcia en la intención de seducir la noche entera. Su mirada de Cleopatra triste, busca y encuentra la esfera trizada del reloj en la pared. Son las ocho de la noche. ¡Mi radio, tengo que prenderla... no puedo irme sin escuchar “Las historias para meditar”... el programa de mi primo Javier! Se dice a si misma. Sus dedos, con filudas uñas rojo italiano tiritan y, con la experiencia de saber tocarlo todo, encienden la deliciosa reliquia Zenith. Una melodía de Ray Coniff es el puente nostálgico que Corina recorre, mientras se viste de chimbiroca de puerto. La voz de Javier Carvallo la adentra poco a poco en unos minutos de placer sano, sin ningún azaroso billete de por medio. ¡Esta historia es para ti Corina, te saluda y te recuerda Javier. Aquí vamos! Era la mañana de un domingo otoñal de 1955. Beatriz, una sensible adolescente, despertaba recordando la fiesta estudiantil de la noche anterior, su vestido blanco y sus primeros zapatos de tacones altos. Se sentía feliz y repasaba mentalmente lo vivido en el baile y, sobre todo, había una especial ternura cuando evocaba el encuentro con Germán, un muchacho rubio de ojos pardos. Estoy enamorada, pensaba la joven, mientras toma del velador una revista Ecran, desde donde James Dean parecía observarla con una mirada de complicidad. Hojeó la revista buscando alguna lectura interesante, pero su mente eufórica le impedía concentrarse. Entonces, dejó la revista y volvió a sumirse en sus recuerdos, mientras sus ojos paseaban por la habitación. Los muebles relucían cada vez más a medida que la luz del día entraba tímidamente por las delgadas persianas. Era un juego agradable en medio del matutino silencio y Beatriz se dejaba llevar por él. Mirar y pensar, detener sus ojos en un punto indefinido de la pared y seguir recordando la voz de Germán diciendo: ¡Eres linda, pero ese vestido te hace aún más linda! Esta frase la hizo contemplar su vestido blanco puesto sobre una silla, junto a la puerta cerrada del dormitorio. Fue en ese momento cuando pasó de la ensoñación al asombro, al ver emerger desde el centro de la puerta una silueta nebulosa, que flotando se introdujo en el vestido para luego erguirse desde el respaldo de la silla y quedar de pie junto a ésta. Era una mujer joven y delgada. Un largo velo transparente la cubría por completo, pero aún así permitía ver la palidez de su rostro. El cabello lacio y oscuro le caía hasta los hombros. Tenía una mirada limpia pero perdidamente lejana. Beatriz, calmadamente perpleja, se sentó en la cama para observar mejor a tan especial visitante, que aparecía de improviso y le quitaba su vestido. La miró con detención y sin poder articular palabra sólo se atrevió a pensar: ¡Es una mujer y se ha puesto mi vestido! Unos segundos más tarde, la mujer comenzó a caminar hacia adelante sin tocar el suelo, flotando a pocos centímetros de él. Beatriz seguía con sus ojos al bello espectro que lucía el vestido bajo un cándido velo. Al llegar a la ventana, giró su rostro y habló suavemente: Vine a dejarte un mensaje. Debes estar atenta porque hoy llegará el amor. Cuídalo mucho, serás muy feliz. Luego de estas frases, le envió a Beatriz una leve sonrisa. Después, fue desapareciendo hasta perderse por completo a través de la persiana, quedando el vestido delicadamente suspendido en la manilla del ventanal, y un sutil olor a jazmín en el aire. Después de algunos segundos Beatriz pudo reaccionar. No estaba asustada, sino impresionada. Su corazón latía fuerte de emoción. Se incorporó de la cama y caminó hacia la ventana. La abrió y miró si la mujer estaba cerca. Vio la calle más vacía que nunca. Sólo el frío viento otoñal asaltaba a los árboles y los despojaba de su oro, que caía en figuras graciosas sobre la vereda. Fue en ese momento cuando nana Rebeca le habló desde afuera de la habitación: ¡Mi niña, despierte que le tengo un recado! Al escuchar esto, Beatriz corrió a abrir la puerta. Le sonrió a la anciana y ésta le dijo: La llamó un joven... Germán me dijo que se llamaba y le dejo dicho que en la tarde vendrá a verla. Gracias nana, lo esperaré, respondió Beatriz con los ojos llenos de ilusión. Entró nuevamente a su dormitorio, se tumbó en la cama y decidió dormir un poco más. A medida que iba cayendo en el abismo de los sueños, pensaba en que esa tarde luciría nuevamente su vestido blanco. Tal vez al día siguiente, desde el centro de la puerta la mujer misteriosa volvería a visitarla. Se durmió mirando hacia la ventana y atesorando su más increíble y preciado secreto. Esta última palabra, “secreto”, se escucha con un eco que se va perdiendo en las hiladas notas musicales de una balada romántica, y hacen a Corina mirarse al espejo por última vez, retocar sus labios gruesos y sus cabellos pintados de sol, esa fantástica realidad que sólo puede lograr Julito, el peluquero del barrio. Rápidamente apaga la Zenith sonriendo, en un gesto de humilde agradecimiento. Luego, unos estratégicos toques de falso Christian Dior detrás de las orejas y en las muñecas, para confortar al cliente. Antes de salir, un vaso de coñac para anestesiar la amargura y abrir su valentía para enfrentar la tómbola alocada del puerto. El tintineo inocente del llavero cerrando la puerta de calle lanza a la “Brigitte Bardot” a la selva nocturna. Atrás queda Corina, en su pieza triste con olor a fritanga y huevo revuelto. La “Brigitte” está lista, encaramada en sus botas de charol negro, con mini falda y peto dorado. En su cartera, las llaves y una cortaplumas amiga, pero lapidaria al momento de defenderla. En su mente, el Kamasutra de la A a la Z. Comienza a caminar por su calle y las casas cargadas de tiempo remoto parecen saludarla de manera incondicional. Al llegar al centro de San Antonio, la oscuridad está reinando y el puerto ha cambiado su rostro. Es un vampiro que brilla con luces propias junto a su dama “Brigitte” envuelta en oferta carnal. Ella ríe, baila, ama, llora, grita, pelea, se baña en licor. Se torna sórdida, tal vez peligrosa, pero sigue siendo hermosa en medio de la salada brisa que envuelve la noche. A lo lejos, la sirena de un barco se deja oír junto al canto de alguna gaviota solitaria, volando en busca de la luna. Así es ella. Corina, llorosa durmiente en el día y en la noche “Brigitte Bardot”, la chimbiroca barata. Siempre junto al mar y protegida por el cielo.







Texto agregado el 04-10-2005, y leído por 500 visitantes. (13 votos)


Lectores Opinan
21-12-2005 Me alegro de haber llegado, por azar, hasta esta historia, que me pareció extraordinaria. Mis saludos! mandrugo
24-10-2005 Excelente manejo del lenguaje y muy buena trama * Ruth
21-10-2005 me agrado mucho, tu narrativa es excelente y envolvente. atte: Oscar. pickman
11-10-2005 Un cuento que desvela una parcela de vida hostil y dolorosa. Descubro que vas creciendo en tus letras. Enhorabuena! Un abrazo * neus_de_juan
07-10-2005 Te felicito Anita bella un relato muy bien logrado. gatelgto
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