es bien sabido que en cualquier pueblo del
universo, siempre existirá un personaje popular, típico.
es el caso de herr z en outland.
herr z dominaba el fuego como ningún ser humano
y por consiguiente gustaba hacer fuego.

de donde emerge ese rasgo enigmático?
se cuenta que él siendo bebe dio vuelta un brasero y quemóse su casa en donde perecieron toda su familia menos él.

existe cierta confabulación entre herr z y el fuego.
hechicero pobre,
verdulero de feria matinal,
vagabundo aromático de mediodía,
incendiario periódico.
nunca pudo apagar lo que su conciencia le
susurraba cuando la hostilidad del pueblo
molestaba su libertad
luego, su participación social.
todos sabían que él era fuego.
el fuego loco imposible de amedrentar
o de advertir.

enemigo de la 1ª y 2ª compañías de bomberos
y del comité municipal de desastres y emergencias [comude]
enemigo visible de outladeños,
conocido mío.

debo confesar que también me gusta el fuego
quizás por eso herr z aceptaba que le llevara alimentos de regalo
o simplemente lo visitara
en su okupa- callampa - favela.
[nunca casa prefabricada]
para que conversáramos unos vinos,
tal vez, toda una noche a la luz de la mejor hoguera
de outland.

los frágiles pinos, flores silvestres
y eucaliptos, además de corenas, zarzas, aromos y
robles viejos filósofos,
al denotar su presencia corrían la voz.
también lo hacía la fauna nativa.
más de alguna vez un sauce llorón intento ahorcarlo,
más de 2 veces un castaño o un ciruelo
lanzó frutos directos a su cabeza de fósforo [p]
pero él inmutable,
delicadamente invocaba a marte y su ira - flama
y mefistofélicamente se escuchaba en todo outland
los gritos y gemidos de los seres forestales
bajo comunión a la mater natura.

así, de nuevo, una y
otra vez, neamente,
hasta que un día invernal las lluvias impedían que sus juegos
salieran en las portadas de diarios y revistas comunales y/o regionales.
las lluvias no permitieron que se conociera en outland de un colosal incendio.
las lluvias permitieron un quiebre ab eterno
en la relación amistosa entre herr z, mi persona y otra.

herr z se volvía loco a medida que los días solo eran tormenta.
tormento el fuego, que solo se reprimía.
[ese año en outland fue el mas lluvioso en 10 años]
preso de alucinaciones y de una inminente ansiedad
esquizofrénica, corrió al “bosque de los amantes” ubicado en un cerro
a un costado del puerto. [desde el se podía ver la majestuosidad del pueblo chico, la vil media copia de un moderno microestado].

pronunciando guturalidades
colocóse frente al baobab mas veterano
y fósforo por fósforo
intento culminar su sequía.
la lluvia no era lluvia sino baldes arrojados desde arriba
y el viento no era viento sino como un soplo a una hormiga.

herr z desesperado no le quedó
otra que embetunarse con
diluyente, y abrazarse justamente e irónicamente, del baobab en donde estaba tallado
las iniciales de mi señora y las mías
fechado en la época de nuestro noviazgo.
[d & g hicieron el amor bajo este árbol, y prometieron
vivir juntos 4ever, este viernes de febrero, de 1980]

y combustión fue lo siguiente.
decadencia lo de plata.
melancolía lo de oro.

herr z murió dejando una mancha semejante
a la de la bomba de hiroshima y nagasaki.
del baobab no quedaron mas que varillas y ramitas quemadas.
pero en todo el bosque, nada mas se quemó.

ese día mi matrimonio con d se acabo
como si la verdadera esencia del fuego se hubiese extinguido.
como si herr z afectara el rumbo de las relaciones de pareja.
como si herr z demarcara el destino y límite ético
de la familia.
como si herr z fuese
la encarnación de un eros y un thanatos,
el retorno del desafío hiriente y terrenal… la soledad.