Aquel hermoso y fragante día, Laura soñaba con ver a su amado Juan...Habían pasado dos años, y la terrible guerra los había separado de forma cruel, como suele pasar con esas cosas... Él había perdido dos dedos... los del corazón, según le contaba en la última carta... fría carta.
Años atrás, amiga y amigo se habían contado sus secretos, sus desdichas e ilusiones...y una vibración pareja les había unido en un sublime sentir llamado amor... ¡Qué pasión sintieron entonces! Sólo las estrellas eran testigas -fieles y cabales- de sus baños desnudos, con sus tiernos cuerpos reflejando a la noche la húmeda sensación del agua chorreante y fresca...gotas en la oscuridad...
Laura, desde que partió su amado a la guerra, tomó por costumbre cada noche salir a dar un paseo, cruzando sigilosamente el sendero de piedrecillas que la llevaba al fondo del patio de su envejecido hogar para luego llegar a un pequeño bosque, donde se embriagaba de ardientes recuerdos vividos junto a su amado Juan…
Sentada sobre el tronco de un viejo cerezo, que fue derribado por un fuerte viento, soñaba con el retorno de su amado, hablándole a las estrellas fugaces y pidiendo deseos con suaves susurros melancólicos… ¡Vuelve amor!…!Vuelve!, exclamaba, mezclándose su voz de ruego a los húmedos vientos de aquel bosque…
“¡Vuelve, amor mío!” suspiraba a las hojas melancólicas de algunos álamos blancos que rodeaban la espesura, que lloraban estigmas rosados que partían el aire... “¡Regresa!” lloraba a aquella corteza grisácea de liso fino que le robaba latidos...” ¡Amor!”...
Laura soñaba en besar los muñones de la desgracia amada, en conjugar deseo y alma, cual protista foraminífera su asexual sentido, a la vez que palpar la miseria de las ironías humanas que se llevaron a su querido amado...Soñaba con entender su ausencia, su no presencia ahíta de dolor en la llamada perdida...” ¡Ausencia!”
El ansiado día en que su amor regresaría a sus brazos estaba comenzando… ¡Esplendoroso!… el sol brillaba con todo su fulgor, ni una nube embozaba el infinito azulado… El día iba primoroso, pero el reloj daba su tic tac parsimonioso, como augurando algún infortunio y su corazón le oprimía férreo el pecho aseverando la cruel sospecha… ¡Nada!…
“¡Tiempo!”...esa medida celestial en línea espectral producido por un átomo de cesio...
“¡Tic, tac!... ¡Tiempo!...”
Una llamada curva viaja en sonido umbroso a través del tímpano... traspasa martillo, yunque, estribo y llega al nervio auditivo… ¡Temor!
Laura tiembla mientras el teléfono se va acercando sobre la moqueta del pasillo amarillo, y líneas paralelas le rompen el alma mientras una mano que parece suya sujeta el auricular... una párvula gota de tembloroso temor navega en el tiempo infinito de la expectación... y cae...
Cae… esa gota salina, indolentemente, rompiendo los segundos… y el receptor al oído… una voz desconocida, áspera, hosca… le hace estremecer todo su ser.
¡No!… ¡No!… ¡No es él!… No puede ser…
¡No podía ser!…
El día sucumbía abruptamente, ennegrecido. Ella, la bella Laura, toda vestida de negro, se pasaba los días enteros sentada en el tronco de aquel viejo cerezo… alucinando...
Veía pasar las péndulas hojas al batir de los impulsos del viento, ramilletes de florcillas blancas murmuraban rastreando la cálida tierra... En la resonancia de los ecos de su pensar, sufría... Así quedó, postrada en la pena, en esa locura itinerante de los sentidos... viendo pasar las hojas...
“¡Péndulas hojas!”
Y un día sucedió... Un trino surgió sibarita entre los guindos, amaneciendo de sol tostado al día... sucedió...
“¡Lo vio!”
Lo vio acercarse alegre y con unos brillos en la piel morena que radiaban de pura felicidad... Sus pupilas lloraban de amor por ella... Al principio no entendió, pero después múltiples y dispares razonamientos inundaron la dulce mente de Laura:” ¡Fue un error!”;”Se salvó del frente”;” ¡No lo entendí, seguramente no lo entendí...!”...Todos estos pensamientos pasaron a la velocidad de la luz, a la vez que se levantaba de la corteza en cuyo interior se encontraba esa madera de veta apretada, aromática...Su mundo se llenó de LUZ...
“¡Lo vio!”
En la tumba de Laura siempre caen rayos de luz cejados desde el azul del cielo, la luna le guiña a veces de puro deleite y ciertas nubecillas derraman lágrimas en su mausoleo... Cuando la niebla destiñe las llanuras de los mundos, también a veces, se les ve... a Laura y Juan...bañándose a la noche...en la húmeda sensación del agua chorreante y fresca...gotas en la oscuridad...
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