Tu llamado acunó
ese lento despertar
de mi mirada trunca.
Luego
la frescura de esa piel
se hizo eco
en las heridas.
Un tropel de labios
desbastó
esta conjunción
de necedades,
mientras agonizaba
bebiendo de las fuentes.
Fui esa musa
que albergó
tus tantas otras vidas,
un manantial
de goces y de sombras
inscripto en lo profuso
de los vientres.
La soledad de tu silencio
atrapada en estas redes,
para morir en una
concordancia de sabores
desatada en lo absoluto
de otras mieles.