Él estaba allí, él eligió la libertad de sus imágenes, escogió para que viesemos y supiesemos. Cámara al hombro y sonrisa puesta marchó para no volver. Veía, sentía, creaba, informaba de lo cruel, lo inhumano de esas bestias carentes de criterio. Llevaba horas grabando una misma imagen, la imagen del tanque que terminaría con su vida.
El tanque pertenecía a la Compañía A, bajo la dirección de Wolford, un américano que consideraba que "los tanques significan sorpresa, poder de fuego y movilidad. Los tanques hacen que el enemigo se cague de miedo", primero apuntó contra la cadena de televisión local, sobra decir que no querían testigos de lo que ocurriría después. Guibson controla el tanque, es apenas un niño pero él matará a José sin el menor pudor, sin dolor. Mas tarde sabremos que la compañía es conocida como "Los asesinos". Me pregunto quien les da el derecho a vivir.
Le puedo ver apretando su cámara, ojos teñidos de terror, ver y no creer, tratando de inmortalizar lo que le arrebataría de nuestros lados. Ese proyectil que duele en las memorias, que sangra en otras manos. Los largos pasillos gritaban desesperados, un aguanta, un no nos dejes, un José ha muerto.
Esta guerra que nos impusieron salió de las tinieblas, nos muestra la cara oculta del mal, convirtieron, como tantas otras veces, la libertad de expresión en objetivo militar, apuntaron a matar y lo hicieron. Sin excusas, sin dolor, sin humanidad.
Me lo quitaron, nos lo quitaron, dice que recibía ordenes, no puedo imaginar un "dispara y mata". El dijo "ha sido un tanque" y ahí empezó todo.
José no llegó al hospital, se quedó en nuestro corazón. José no es un daño colateral, señor presidente, es víctima de sus matones. No mire hacia otro lado
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