"La amistad sólo se puede vivir en la más pura gratuidad".
Para quien entiende la amistad como algo lucrativo y provechoso, es necesario afirmar que esta frase sólo se puede entender a otro nivel, y que no merece el nombre de amistad aquella relación donde priva sólo el egoísmo. El horizonte propio de la amistad sincera es la verdad; esa amistad grande que abre un espacio en el corazón para recibir y darse en un intercambio recíproco a aquél que hacemos pasar en este recinto. La amistad es amor compartido que une, alienta y ayuda a caminar en la vida a dos o más personas que se han comprometido tácitamente por ella; por lo tanto, si esta falta, necesariamente se hace advertir su ausencia.
"... Nadie da lo que no tiene. No puede dar amor quien no lo posee.
Y no se tiene el amor cuando no se dá. No es verdad que existe si no se entrega en forma alegre y generosa, libre y responsablemente a los demás. El espejo sólo da reflejos cuando hay luz.
Nada hay más atractivo y seductor, nada más gratificante y encantador que ver dos corazones unidos; uno tratando de entender al otro y, al entenderlo, desear por todo y ante todo su felicidad. Amar al otro con lo que él es: su vida, su proyecto, su vocación. Eso es amar.
Salir de sí mismo para sembrar en el terreno del otro. Buscando siempre que el otro sea verdaderamente feliz; porque su cosecha, su triunfo, su realización, es del patrimonio propio. De otra manera no se puede entender la unidad. Nada hay más triste que la soledad afectiva.
La necesidad de amar surge violenta en todos, especialmente entre los jóvenes. Es como la sed en el desierto: quema y tortura. Amar de todo corazón. Nunca será demasiado. Nunca entrarás en retiro, si amas bien, ya que amor es una constante victoria: es conquista, es creación; amor es simpatía, generosidad, convivencia, entrega.
No exige pago ni remuneración. Es la mutua búsqueda de la felicidad. De allí surge la fidelidad escrupulosa de los verdaderos enamorados.
Fieles a una exigencia de su conciencia. No por miedo a comentarios, o a las consecuencias. El amor es responsable.
El amor es exclusivo. Quien ama, abre todo su espacio interior para el otro.
Aquí la traición no tiene nombre. Tampoco hay lugar para la cobardía.
La morada del amor es interna. Está en la conciencia. El enamorado lleva a todas partes a su amada. Por eso, no están solos, no sienten añoranzas. Dialogan con la presencia que sólo ellos perciben. El amor es integrador, unifica. Nadie ama con una sola parte de su ser. No existe el amor por sectores. Los que aman se quieren con todas sus fuerzas. No sólo con pedazos de su ser. Se unen con los ojos, con las manos, con la voz, con el corazón, con el yo total.
Por eso, la unión y compromiso del amor matrimonial es la expresión global de la vida: irriga todo el ser, todas las fibras, todos los poros. Infiltra alegría en el estudio, en el trabajo, aún en las asperezas y el trato difícil con los demás.
Hace creer en los hombres y en Dios.
La decepción en el amor es la decepción con toda la humanidad y con toda la creación.
Sin amor, la palabra es hielo; el trabajo es un castigo; el compañero es aburrido; la vida es tedio, la misión un carga pesada.
El amor, es por ello la mejor biografía que se podría escribir de cada hombre. "Pondus meum, amor meus": "Mi peso está en mi amor", escribió San Agustín.
Cuando las personas carecen de amor pasan por encima de los demás, tropiezan con los demás, pero no encuentran a los demás. El egoísta vive solo. Y, "Si eres inútil para los demás, nada tienes de grande".
El amor es más que presencia física: es comunión, supresión de distancias, hospitalidad constante, pasión amorosa. Es el recuerdo y presencia del Resucitado que une y vivifica a los que se aman en su mismo amor. Es el Espíritu que comunica y relaciona con la fuente del amor: el Padre, que es Todo en todos...".
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