Sugirió tomar una taza de té rojo...

Ella acostumbraba a pasar por la Plaza Mayor de Madrid todos los viernes, de largo...sin avisar...llegaba hasta la Puerta del Sol y subía por la calle Carretas hasta Jacinto Benavente; una vez allí su dirección siempre era la misma; Antón Martín.

La sentía cada vez más cerca... y ella no podía quitarse ese olor suyo a canela y leche caliente...

Unos ojos, unas manos, unas risas...y era ella en cada una de sus manifestaciones.
Lucía tenía la capacidad de encontrarla en los rastros de una paloma, en el quiosquero enfrente de la iglesia, en la taquillera del cine Doré...

Cuando llegaba a la calle Santa Isabel se paraba de sopetón, como si la hubieran petrificado allí mismo y ni el claxon de los coches, ni la bocina del autobús, ni los transeúntes yendo y viniendo, la disipaban de la atenta mirada que dirigía hacia su balcón...en la calle Santa Isabel...

Cuando cruzaba la calle, disponía en rodear la manzana desde un punto y luego a la inversa, “no es lo mismo”, se decía, “no es el mismo camino ni es la misma calle, ni siquiera para mi...” le gustaba adentrarse por el pasaje de la Filmoteca. Aquella calle vieja y usada con olor a zapateros teñidos de lluvia y ásperas manos de candil. Gustaba de pararse delante de la fachada de aquel viejo cine, alzaba la mirada y recorrían sus ojos la textura de sus columnas flanqueando la pesada puerta de hierro. Algún que otro cinéfilo, de los de antes, los que no envejecen, salía con su abrigo negro y largo, y alguna que otra muchacha tierna ocupaba el peldaño de entrada, sentada, ofuscada en el ejemplar que cada mes la Filmoteca ofrece.

Lucía se colaba dentro, entre el humo soñador de las mesitas de la derecha y las revoltosas trayectorias de curiosos y visitantes; el color naranja de la luz de otoño cubría los rostros pasmados de intelectuales, periodistas, estudiantes, aficionados...identidades confundidas en lo público, diseminadas, aturdidas.

El olor a pescado fresco, el destello del hielo húmedo, las escamas brillantes y sonoras, una moto pasa, calle abajo...por la calle Santa Isabel...

La tienda de los chinos de la esquina, el rodaje de Utopía ...

Y Lucía piensa en recordar otros momentos...abandona el emplazamiento que da a su puerta y baja la calle Santa Isabel hasta llegar al Reina Sofía...luces amarillas, y ámbar reflejado en el cielo, ausencias...peatones...el museo cerrado...las pinturas recogidas...ausencias... el colapso de fuegos bebidos...la franqueza de unas manos asidas a otras...escalofríos...humo del mate caliente...cielo empequeñecido, luna no mostrada, aire....ausencias....

... Le sugirió tomar té rojo, se dejaba contemplar sin censuras, la cachimba de fresa, plátano y manzana a punto, unas monedas, una pareja amarrada al calor conjunto, una farsa...un recuerdo...ella entre su cuerpo y el resto.