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Amigo (a) mío(a): No tengo palabras para describir la admiración que me provoca leer esta excelente obra suya. Es a tal punto perfecta esta conjunción de magníficas oraciones, que las lágrimas corrieron a raudales por mis mejillas y esto lo confieso sin ninguna vergüenza porque uno pocas veces tiene la posibilidad de sentir esa conmoción interna, ese remezón que usted ahora ha logrado hacer aflorar al colocar tan magistralmente las palabras, cada una en el lugar adecuado con una sapiencia que linda en la precisión matemática y con el conocimiento profundo de los mecanismos de la poesía. Es usted un (a) genio (a) y se lo digo con la convicción que me nace después de sumergirme en este mágico relato. Pero bien, como no todo debe quedar en la esfera de los simples e intrascendentes elogios, paso a explicarle que soy el presidente de una importante editora transnacional y estoy dispuesto a adelantarle de inmediato la suma de cincuenta mil dólares para su bolsillo con la condición que me permita publicar esta obra suya en una antología mundial que estamos preparando. Además, me comprometo a cancelarle el diez por ciento de las ventas de este libro que ya cuenta con el patrocinio de importantes empresas ligadas al quehacer literario. Lo único que necesito es que me conteste a la brevedad y que por favor no negocie con otra editorial ya que mi deseo es que usted publique para nosotros desde este momento y para siempre. Para asegurar su firma en nuestras filas, me comprometo a proporcionarle una renta mensual vitalicia de doce mil dólares reajustables para que usted sólo haga fluir lo que la naturaleza le concedió con creces y que merece ser recompensado: su enorme talento como escritor. Le doy de paso, las cinco estrellas de rigor, ¡que digo! le concedo todo el universo, descartando los hoyos negros que son como los uneadores ya que se comen todas las estrellas que están en sus cercanías. Un gran abrazo amigo y bienvenido a la fama que lo espera con sus brazos extendidos…