Nuestra vida corre como un caballo desbocado, como el viento de levante que azota sin más argumento que su miedo a permanecer ausente.
Durante ella, conseguimos interpretar diferentes papeles que nos servirán a lo largo y ancho de ella, para sentirnos más o menos importantes con nosotros o ante los demás.
Todo el conjunto de anécdotas y pasajes de nuestra vida, serán equivalentes a los papeles que los actores y actrices desempeñan en las películas, con la diferencia de que la realidad se hace presente.
La realidad servirá para ahuyentar cualquier posibilidad de fracasar, acerca de ser o tener más que este o que aquel.
Como actores y actrices vamos cumpliendo años y vamos acabando los complicados entresijos que la vida pone ante nosotros. Durante los años en los cuales vivamos, llegaremos a convertirnos en personas pobres con poco dinero o en personas ricas y famosas o bien podrá volcarse todo a favor de lo uno o de lo otro.
Los artistas de la vida real, aquel comentarista deportivo, ese albañil o este abogado, pasando por un triste barrendero y así, hasta llegar a personas sin dinero o gente despilfarradora que gasta sin conocimiento de causa.
En fin, una selva urbana, plagada de maleantes y siniestros ladrones de almas y sueños, un negocio hecho a la medida de la interpretación y la imaginación de los guionistas, los cuales vienen a ser en la vida real, leyes y normas mal organizadas y a la hora de la verdad injustas y poco humanas.