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A mi madre, con los años, se le fue yendo el oído poco a poco. Al principio era solo el tener que repetirle algunas frases; luego empezó a subir el volumen de la TV, u ocurría que se asustaba porque no te había oído entrar..., al final acabó por no oír casi nada.
Si que desarrolló la habilidad de leer los labios de puro fijarse, tanto que a veces parecía que te oyera perfectamente, pero solo si le hablabas cara a cara.

Ella era maestra y acabó convenciéndose de que debía poner fin a aquella situación cuando el director de su colegio le informó de las quejas de otros compañeros, quejas vertidas a raíz de un elevadísimo nivel sonoro proveniente de su aula, aunque ella se empeñara en que tanto jaleo no armaban sus niños…

Así que fuimos a ver a un especialista en otorrinolaringología; le hicieron varias pruebas y después de algunas visitas, el facultativo concluyó que bajo tratamiento, conservaría el poco oído que le quedaba, pero que no había nada que hacer con el que ya había perdido, que era casi todo.

Aconsejados por el médico de especialidad impronunciable, convinimos en convencer a la paciente de la necesidad de implantarse un aparato para sordos. Ella se negaba en principio rotundamente; decía que eran horribles, que llevaban cables, no podría salir a la calle con eso...Se convenció cuando vio que los nuevos modelos no eran como ella pensaba: eran pequeños, apenas se veían, no utilizaban cables de ningún tipo...

Al fin, después de varios ensayos y mediciones, llegó el día del evento. Nos desplazamos al centro auditivo a fin de proceder a la colocación del moderno artefacto, una vez ya equilibrado y adaptado a sus medidas.

Lo primero que hizo mi madre después del emplazamiento fue levantarse como si hubiese visto al mismísimo diablo, los ojos muy abiertos y con cara de miedo y extrañeza...preguntando...”Que es ese ruido?, que esta pasando?”, la pobre llevaba tantos años sin escuchar casi nada, que todo el ruido ahora de golpe le hacía sentirse en el epicentro de un terremoto.

Una vez tranquilizada, salimos y nos encaminamos hacia casa; era un manojo de nervios, de quejas y de preguntas: “esto se podrá mojar?”; “a ver si se moja y me pega un calambrazo”; “no le habrán dado demasiado volumen?”, “no me grites que ahora ya no estoy sorda”...

Antes de llegar al final de la manzana y después de varios bocinazos de vehículos; el paso de un camión; el cierre metálico de una joyería; todo ello con su consiguiente sobresalto…, amén de llamarles la atención a dos chavales que pasaron jugando y gritando; dio en pasar por la calle una vieja furgoneta con dos desmesurados altavoces que anunciaban a voz en grito, pero muy amplificadamente, las maravillas nunca vistas en nuestras latitudes del Gran Circo Nacional de Rusia, “nada mas y nada menos”. Todo ello en clave de original montaje publicista, que incluía una esmerada y profusa relación de fieras, monstruosidades y números propios de circo, con una nada prudente melodía como fondo, que llegaba a su máxima expresión decibélica cada vez que el conductor de la desvencijada furgoneta, al mismo tiempo narrador de tamaña demostración cirquense y micrófono en mano, se detenía por un momento para tomar aire.

Seis fueron las maldiciones que profirió mi madre en aquel momento. Seis exabruptos impronunciables que no me atrevo a reproducir en este foro a pesar de no ser precisamente ningún mojigato… y prueba de ello es que leo cada escrito que cuelga de estas páginas el cuentero llamado Barrasus .

Jamás pude ni pensar, que en boca de mi madre, mujer santa donde las haya; como la mayoría de las madres…pudieran originarse semejantes anatemas.

Se paró en seco tras la disparate descarga de blasfemias exhaladas y me pregunto:

-“Rafa, no nos devolverían el dinero del aparato?;
-porqué?, le pregunté, que te ocurre?;… y me respondió
-“Hijo, con lo tranquila que vivía yo, no me va a llevar este cacharro al infierno...

Pude convencerla para que no lo devolviera, pero solo usó el infernal aparato para ir a su escuela, con sus niños… y a veces para escuchar el parte de noticias.

Texto agregado el 11-10-2003, y leído por 600 visitantes. (13 votos)


Lectores Opinan
30-10-2003 Es cierto. La mayoría de las veces los minusválidos somos nosotros pero somos profundamente arrogantes para reconocerlo. Gracias a Dios tenemos el don de la vista y si así no fuera, buscaría que usted publicara sus historias en Braille para no perdérmelas. Five star for you, Mister Myself do not I believe nothing. gui
30-10-2003 Buenisimo. Sacaste de una historia totalmente cotidiana un texto genial. Me encanto. lady_blue
22-10-2003 usted es genial, un cuentista completo, mire que entregarnos una historia que en la gracia de la risa profundiza en temas enormes y lo mejor de todo es que dejas el espacio para que uno como lector tome de tu relato lo que le llegue. Mis felicitaciones para usted Don y mis cinco estrellas a las que les debe agregar muchos ceros al lado. CaroStar
14-10-2003 quería decir para "encontrarlo", estoy fatal ojú. barrasus
14-10-2003 Me he vuelto loco lunático esquizofrénico para contarlo, pero lo he encontrado y bien que lo he disfrutado,ole tus cojones. barrasus
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