Se rompieron las carnes en mi cuerpo, esperando que llegaras.
Mantuve las alas desplegadas, por si al esperarte estuviera presta a partir a donde tu me llevaras.
Con una inocencia ciega, me limité a decirte que era tu esclava.
En dos cuerpos sin vidas nos transformamos luego de perpetrar nuestra orgía.
Cuerpos inertes en el pavimento.
En ese momento en que entraste a mi vida.
Con la respiración agitada y el cuerpo sin plumas ya, navegamos como cádaveres por las tierras del placer.
Quisiste sentir el viento de mi vaho subterráneo y yo quise sentir el escalofrío que daba tocar tu mitad congelada.
Esperando que llegaras, nacieron dos instantes fútiles. Calientes y olorosos.
Esperé tanto entre la bruma y la arboleda, que una una estatua de barro me transformé entera.
El sueño vigilante, entrante y desesperado, sigo esperando que por esa puerta aparezcas, para que me ilumines con tu dicha.
Con la sangre rodees mis alas y nos vayamos juntos a tierras donde nadie nos espera.