Rasgó uno a uno los velos de sus sueños, con un jirón de ellos le hizo un nudo a la mirada. Derrochó la ternura a cuatro manos y podó con tijeras de cristal cada recuerdo. Nada fue igual desde aquel día. No hay noche que no llore alguna estrella ni mañanas con cielos indivisos. © Cristina Chaca
Texto agregado el 30-09-2005, y leído por 224 visitantes. (6 votos)