Hace mucho, mucho tiempo, existían hombres dispuestos a dar su vida por una causa noble, solo que estaban demasiado fumados para hacerlo.
Pero, por suerte para ellos, muchos otros pensaban que sería una idea genial legalizarla, gente que incluso no estaba fumando cannabis decía que estaba de acuerdo con legalizarla. Parecía que era más importante que curar enfermedades o mejorar las condiciones de vida de los más pobres.
Los consumidores, en medio de sus contemplaciones y por qué no, alucinaciones, creían que la legalización iba a hacer que la "yerba" fuera más barata, se imaginaban posiblemente como granjeros felices, gente usando ropa hecha de fibra de cannabis, carros propulsados por aceite de cannabis, niños comiendo dulce de cannabis y ¿por qué no?, paracaídas.
Así que los presidentes de todo el mundo, posiblemente bajo los efectos de alguna otra droga, terminaron legalizando la marijuana, cannabis, yerba o como se les ocurra que deba ser llamada.
Pero las consecuencias, como ya deben estar cansados de saberlo, fueron bastante lejanas a los sueños de los fumadores.
British American Tobacco lanzó la primera marca de cigarrillo de cannabis legal en el mercado mundial, hizo acuerdos con los países productores y utilizó los primeros saborizantes diseñados para marihuana, que fueron la fragancia mentolada y de canela.
Phillip Morris por su parte, comenzó a lanzar campañas contra el cannabis, como sus consecuencias en el trabajo y las enfermedades causadas por los "antihigiénicos" métodos de sembrado y cosecha.
Algunas de esas investigaciones incluso tenían algo de verdad, por aquello de la vida que imita a la ficción.
Pero al final, eso resultó mejor para las compañías dentro del recién nacido mercado de la marihuana legal, porque se hicieron muchos controles para cualquiera que cultivara cannabis. Y en algunos países, incluso se penalizó el cultivo.
Y al final, como muchas otras cosas revolucionarias, se tornó en algo aburrido y cotidiano. |