Increíblemente le agradó. tiempo atrás hubiera pensado que se lo aguantaría sólo en pequeñas dosis pero ahora entendió que la magia no era simplemente un arte que requería mucho esfuerzo, concentración y sacrificio sino que también tenía una alto grado de adicción. No podía explicar lo que sintió al conjurar ese pequeño ensalmo, era algo orgásmico, un poder sobrenatural y placentero que llenaba su alma por unos instantes. Pero claro, tras este fugaz viaje al paraíso, caía en cuenta de su terrible debilidad como si fuera un adolescente que descubre que, al contrario de lo que imaginaba , no se puede llevar al mundo por delante ya que existen fuerzas inexorables que se lo impiden.
Sintió su poder a distancia y se maravilló, lo había logrado sin la ayuda de ninguno de los magos y su magia había demostrado ser mas poderosa aún que la de estos altos líderes. Todavía conservaba la marca en su mano izquierda, precio justo por su curiosidad y falta de respeto hacia los poderes superiores. Se quedó largo rato admirando su sortilegio, era necesario utilizarlo, era la llave que le abriría todas las puertas. Se imaginó a si mismo Jefe de todo lo que le rodeaba, con la habilidad de controlar la creación, de convertirse en un ser supremo temido y respetado, incluso por los magos.
“Incluso por los magos” pensó con rencor, producto de humillaciones e injurias pasadas. Con la autoridad soberana tendría el tiempo suficiente para planear su venganza.
De repente, su encantamiento empezó a decrecer. Se alarmó y trató de mantener su vigor pero sintió nuevamente el arrollador poder y tuvo que retirarse con los dedos dañados. Por primera vez desde que hiciera magia tuvo miedo y con el miedo surgieron las dudas: ¿Podría conjurarlo nuevamente a pesar de no tener los elementos iniciales?¿Debería pedir ayuda?¿A quién?. No se atrevía a confiarle ese poder a nadie por miedo a verse traicionado u obligado a compartirlo y perder así el dominio absoluto con el que soñaba. Se iba poniendo mas nervioso a medida que se hacía más tenue hasta que, desesperado y sin poder encontrar otra solución, corrió en busca de su hermano, única persona en la que podía confiar sin reservas.
Sus desnutridos miembros se agitaron extraordinariamente en dirección de su hogar mientras su sistema respiratorio luchaba vanamente por mantenerse en ritmo acorde con el corazón. A diferencia del resto, él no estaba en muy buena forma física, consecuencia de pasar tanto tiempo sin comer ocupado en sus experimentos. Afortunadamente su morada no estaba muy lejos. Entró desfalleciente y encontró a su hermano yaciendo en la cama siendo atendido por un mago. Dos inexpresivos rostros se tornaron hacia él.
Temeroso de que el mago descubriera sus intenciones, rehuyó sus ojos y salió de la casa sin mas explicaciones. Una vez afuera, comenzó a sollozar, arruinado, sin fuerzas para seguir pero con la imperiosa necesidad de hacerlo, antes de perder el poder, para siempre. Cayó de bruces al suelo, sus palmas blancas chocaron contra la tierra arcillosa, la piel de sus rodillas se desgarró mientras se arrastraba inútilmente intentando alcanzar lo que tanto le había costado conseguir, lo que podía destruir objetos, vidas, sistemas. Todo fue en vano.
Unos días después, unos niños de la tribu que jugaban en la pradera lo encontraron sin vida junto a unos restos de hojas y madera de color negro y contextura extraña, lo reconocieron a pesar de su deplorable aspecto y corrieron a informarle al resto de la tribu que, tomando una actitud muy humana, supo ser la primera en jactarse de haber descubierto la existencia del fuego.
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