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Esa noche ni hacía mucho frio, pero el señor de la casa estaba bien tapado con las cobijas de cuadros color rojo que eran de lana de borrego. A él hasta comezón le daba, pero era la cobija preferida de su mujer y él hacía como que la cobija no importaba, sino más bien no enfriarse en la noche. Un dolor súbito en la espalda hizo que el señor de la casa despertara inmediatamente de su sueño, y hasta pensó que su mujer lo había golpeado por la espalda. Ya hasta se lo esperaba un día, pues la mujer era de carácter fuerte y no había mucha gente que le hiciera frente en una discusión, ni oral ni física. El señor de la casa recordó que últimamente no había sido muy cuidadoso en los detalles románticos con su mujer y volteó rápidamente para recitar su cantaleta practicada para la ocasión. Su sorpresa fué ver a la señora bien dormida, con las cobijas moldeadas al contorno de sus curvas femeninas. El señor de la casa recordó lo bella que era su mujer, y por unos instantes hasta creyó que no volvería a olvidar amarla, pero en un instante se lo olvidó. Eso pasó cuando el señor decidió levantarse a orinar. Seguramente la cerveza de la noche anterior había tenido sus efectos diuréticos, y aunque nunca se levantaba en la noche en ese momento lo necesitaba. Mientras caminaba hacia el baño se topó con su gato, y lo empujó con el pie por estar a medio camino. El señor de la casa nunca había sido cruel con los animales, pero esa noche fué distinto. Entró al baño y se miró al espejo antes de orinar. El solo vió un rostro que difícilmente expresaba un sentimiento claro; como de esas veces en que es difícil saber lo que uno siente. También sacó la lengua, y solo vió una saliva espesa, espumosa y blanca. Se sopló a si mismo, como para oler su aliento y después de hacerlo meneó la cabeza en señal de desaprobación y arrugó la frente. Se giró a la derecha, pues la taza de bano estaba ahí nomás, como a tres pasos. Cuando empezó a orinar siguió pensando en el dolor de su espalda que lo había despertado, pero no llegó a ninguna conclusión. Lo más inteligente que se le ocurrió fué que su mujer se hacía la dormida y cuando él le daba la espalda ella lo pateaba con la rodilla. |
Texto agregado el 29-09-2005, y leído por 396 visitantes. (1 voto)
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