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LAS CALAVERAS

A las cinco de la tarde los tres amigos: Pedro, Luis e Ignacio, se dirigieron al centro de esparcimiento, al que les invitó Rosa, una amiga a la que conocieron en una noche juerga. Entraron por la puerta trasera del local; ya dentro preguntaron por ella en el bar, una vieja gorda e iracunda les dijo que Rosa solo trabajaba en las noches además nunca la había visto de día. El local era amplio con tres pistas de baile dos tenían forma cónica y una rectangular de treinta metros de largo techados con hojas de irapay; a esa hora poca gente bailaba, la mayoría estaba cheleando, al costado de las pistas de baile habían mesitas con sus sillas; a pocos metros de allí se podía auscultar la cancha de fútbol y dos piscinas en forma de poroto. El perímetro del local en la parte sur y oeste estaba cercado con una pared de concreto, pero el norte y este tenía un cerco de láminas de cinc. El local estaba ubicado en una colina, pues desde allí se podía observar las casitas con techos de hojas de palmera era la zona pauperizada de la gran urbe amazónica. Con los últimos rayos del sol que se ocultaba entre las copas de los árboles se podía ver que el norte era desolado.
Cansados de esperar a Rosa, decidieron sentarse en las sillas de una mesa que se encontraba en la pista de baile rectangular, el sol durante el día había sido abrazador los pobres muchachos se morían de sed, pidieron a la mesera una chela para empezar el embotellamiento; las cervezas iban y venían. A las ocho de la noche, cuando la cebada surtía efectos en ellos apareció al fin Rosa; pobrecita, la regañaron a mas no poder hasta le mentaron la madre; pero ella muy suelta de huesos les contestó : “Ay, papacitos ¡qué les pasa !, si la noche y la diversión recién empieza. Además invité a dos amigas que vendrán mas tarde.” Al diablo tómate esto le dijo Pedro sirviéndola un vaso lleno de cerveza. Ella ni se amilanó levantó el vaso y se la tomó al seco. Borrachos los tres amigos hicieron un círculo pa´ rumbear, Rosa se puso al centro meneando la cintura bailando con los tres. Entre cebadas y rumba pasaron las horas que los muchachos perdieron la noción del tiempo. Pedro se apartó de ellos para ir a orinar, se dirigió hacia el cerco de cinc de la zona norte, al otro lado del cerco era muy oscuro, desde allí escuchó unas voces féminas y sensuales que lo llamaban, él no le dio importancia volvió al ruedo. Al rato Luis se apartó de ellos a mear, se dirigió al mismo lugar que había ido Pedro, pero en el camino se tropezó con algo que en la oscuridad no podía diferenciarlo, al cogerlo se dio con la sorpresa que era un cráneo humano. ¡caaarajo! Aquí trabajan con huesos – murmuró, arrojándolo al otro lado del cerco; oyendo al instante una sonrisas que provenían de allí, asustado fue corriendo al ruedo. No dijo nada.
A las tres de la mañana llegaron las dos amigas de Rosa eran dos mujeres espigadas, bellas, de piel canela, cabellos negros, lacios y largos; saludaron con un beso a su amiga y ésta les presentó a los tres borrachos, que apenas se podían pararse a saludarlas. Cada uno de los tres para demostrar su hombría y ocultar su embriaguez trataron de bailar, pero no consiguieron mas que arrimarse en los hombros de ellas. A esa hora la pista de baile estaba llenísima de gente como era costumbre en todas las madrugadas; llegaban viejos, jóvenes y niños a divertirse en el lugar. En las chicas parecía que los tragos no surtían efectos, pues entre las tres se pusieron a bailar como si nada las pertubara, al ver que los chicos ya no podían mas, pues estaban vomitando, les invitaron a que las acompañen a sus casas; sólo aceptaron Luis y Pedro; Ignacio se quedó dormido en la mesa. Cuando ya estaban por salir a la calle un hombre se acercó a Luis y le dijo: gracias por haberme devuelto la cabeza, pues un amigo de broma me lo sacó y lo votó en la huerta. Él solo atinó a mirarlo, sin decir nada siguieron su camino.
Amaneció. Ignacio se despertó, al no ver a sus amigos se levantó de la mesa y volvió caminando a casa. Unos golpes de bastón despertaron a Luis y Pedro, jóvenes que hacen dormidos aquí, les reprendió un hombre parado frente a ellos. Llevándose las manos a los ojos hicieron un esfuerzo por abrirlos. Entonces se dieron cuenta que habían quedado dormidos en medio de un cementerio, pero se espantaron más al ver a sus costado tres tumbas diseñadas de la misma forma, en las lápidas se podía leer los nombres de Rosa, Claudia y Ariana; estupefactos vieron las fotos de tres chicas en una suerte de cajitas de cristal, incrustados en cada una de las tumbas, eran las mismas chicas que los habían acompañado la noche pasada. Era un campo santo de regular tamaño, cercado por calaminas. El hombre acompañó a los dos amigos hasta la puerta del cementerio, al momento de despedirse Luis se dio cuenta que aquel hombre era el mismo que le dio las gracias la noche anterior, no le dijo nada solo le estrechó la mano, sintiendo un escalofrío. Caminaron unos metros cuando vieron un portón de fierro, que en la parte superior tenía una inscripción que decía: Bienvenidos al Recreo “Las Calaveras”. Pedro miró a Luis diciéndole: carajo, parece que bailamos y pasamos la noche entre huesos - entonces Luis miró hacia atrás, pero el hombre que los despertó ya había desaparecido - sí tienes razón larguémonos de aquí, le contestó. Detuvieron un motokar que pasaba por ahí se subieron en él y se alejaron de los muertos.

ICV.

Texto agregado el 29-09-2005, y leído por 766 visitantes. (0 votos)


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