Disfracé mi locura de inocencia y mi estupidez de ingenuidad.
Fueron duros los años de Manuel Rengifo como Ministro de Hacienda.
Como un berlín al son de los Stones mientras planeo como exterminar a las viejas y a los gordos , principales obstáculos para mi nueva raza perfecta.

Buena técnica y buenos modales exigió la tétrica función de títeres que dí bajo el ropero , escondiéndome de los fantasmas y los poseídos, de los letrados y los ignorantes.
Un dulce de leche se llevaron como impuesto, así como mi colección de películas de Michael Caine.

Que más da que crean lo que quieran de mí.Estoy sediento de poder, mi ambición me corroe, pero no me resigno a creer que esto es lo mejor que podemos llegar a ser. Que esta vida que tenemos es deseable y buena. No vendaré mis ojos ni taparé mis oidos ante tanta injusticia. No me venderé a los lagartos ni a las culebras.

Escucho una moraleja impenitente , una ablución sicosomática, una batalla de panties de nylon y sacos de dormir de alpaca.
Presumo que fui lo bastante concreto como para apuntar al blanco, al tinto, al negro y al verde. Degeneremos los textos sagrados , los libros vacuos, los acertijos en ayuna y mi cuaderno filosofal.

No negaré mis sentimientos, ni me callaré la boca.No lograrán asfixiarme bajo kilos de documentos. Estoy harto de vagos conformistas, de payasos disfrazados de charlatanes , de esclavistas devenidos en evangélicos. ¿Si vivimos todos separados, para que son el cielo y el mar?.
El rating no determinará mi vida. Si la TV se apaga mi muerte no será en vano.