Es la hilacha que las coarta,
como navaja en escena,
más triste las condena,
que años en decenas.
Siempre están solas
aquellas afanosas,
que en madera esperan
las barcazas marineras.
En los camarotes anidan
el resabio de su sabia.
Son tripulantes vestidos de amantes
que bajan y suben,
evacuando navegantes.
Y en sus desidias se detienen
con el fuego entre sus manos,
sin alcanzar a colmar
el sabor de sus labios.
¡Es ahí el embarazo!
Más que padre en vano.
En su inconsistencia
algunas desconocen
lo que alguna vez
fue el agua marina.
Aunque quienes sepan de intelecto,
sabrán que su erección
son recuerdos de sobaco
orgasmo y mantequilla.
Texto agregado el 29-09-2005, y leído por 360
visitantes. (10 votos)