Siempre es un hombre particular pero tan corriente que la paradoja de su existencia normal y potencialmente peligrosa, es casi como el reflejo corriente también, de usted, o de mí, indiferente el sujeto define un patrón en el hombre “normal” de razón socialmente dispuesta y ojos finamente amaestrados. Pero algo ha de distinguirlo, algo que lo describe en suma como un ser perdido en el delirio que no puede morir definitivamente, renace cada vez con algo particular que lo camufle, pero en esencia es el mismo corriente, insípido, de mil muertes que despiertan a aventuras diversas y tan al gusto de cada lector. Al final un hombre, como usted o como yo, con un sombrero negro muerte caminando desganado por una calle solitaria, donde revuelan los periódicos fotografía de verdades repugnantes, odiando cada instante de su indeterminada existencia pero sin cesar la marcha, jamás se podrá pensar en romper la secuencia, al cabo es un retrato con el que estamos conformes.
Que buena parecía la cuchilla de afeitar para cortarse la venas de tajo y de tajo también terminar con su vida triste. Pero como siempre, los ojos fueron generosos, la cuchilla ciertamente corto su piel y lastimo gravemente su brazo, pero lejos de causar una perdida considerable de sangre que ahuyentara la razón, provoco una miserable muerte lenta, dolorosa, con el tiempo suficiente para arrepentirse, para recordar y volver a sentarse en la posición de no despertar jamás.
Semanas después se hace insoportable el olor que despide su cuerpo putrefacto y al fin reposa junto a otros tantos muertos sin nombre.
Al final un hombre, como usted o como yo, con un sombrero negro muerte caminando desganado por una calle solitaria, donde revuelan los periódicos fotografía de verdades repugnantes… en sus ojos una muerte más y la esperanza de morir al fin.