Ana y Adolfo. José y Camila. Alicia y Carlos.
Todos giran. Parecen tan felices… Me hacen querer ser normal. Son muchos, tal vez cientos, tal vez miles. Solo veo unos cuantos que no se parecen al resto, pero ellos no me ven a mi.
La música es un asco, ella me mira, quiere bailar conmigo. Así que escapo, voy al baño. Tanta gente! Paso entre muchos, recuerdo algunos rostros, son parte de mis veinte años. O simplemente lo imagino.
Atravieso el marco rectangular, me sitúo en el cubículo, entre esas dos pequeñas paredes, donde nadie parece poder verte. Abro mi bragueta, se desliza fácilmente, sacó el elemento, y lo uso. Oh placer. Maldita cerveza, tengo que expulsarla toda. Y fluye. Es un manantial, deliciosamente lo veo caer, es trasparente, es hermoso. Lo disfruto al máximo. Cierro, atravieso, salgo. Tanta gente! Vuelvo donde me esperan.
Los mismos rostros familiares. ¿dónde estabas? Dice alguno, y yo respondo. Ellos creen que estoy. Pero yo vuelo, tan alto que niadie puede alcanzarme. Los veo desde arriba, son una masa formada por puntos, son felices.
Y pienso, más. Quisiera no hacerlo. Pero pienso, más.
“la felicidad es un privilegio de los idiotas”. Es cierto, así que lo decido. Dejo de volar, tomo doce cervezas mas. Hablo con esta niña, que tan linda me pareció. La besé, fue grandioso. Fui feliz. Fui un idiota. Solo el alcohol puede darme ese privilegio.
A partir de ese día Soy alcocholico. Vivo de la felicidad que da ver el hermoso fondo de las botellas. Y ya no pienso, mas.
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