Hola mi dulce ánima de Rosa, elegante y graciosa,
Aún recuerdo el instante tenso, agridulce, meloso,
El Halo de tu cuerpo celeste, inerme, irradiando
La belleza y refulgir, que en aquel, aquel día,
Aquel bendito día en que mujer, te conocí,
Y hallé en tu mirada, mi alma reflejada, enamorada.

Tú mi bella zamorana, la grandiosa llamarada,
Que va dorando tu cuerpo, universa, y celosa,
De mis ojos que miran, cegados por ti,
Mi adorada niña de ojos melosos, como... ¡cómo!,
Como la miel que te recubre, embriaga, es ambrosía,
¡Cuánto diera yo por recorrerlo palmo a palmo!

Cuanto dieran mis ojos por contemplar extasiados,
El ondear tus cabellos en la noche zamorana,
Cimbreados por la brisa encelando al suave día,
Enamorando los vientos, la brisa y la noche celosa,
Y guardar por decenas tus noches, hermosos
Tus cabellos, bella flor de piel de pétalo, flor de alelí.

Cuanto darían mis labios, regocijándose del anís,
Que desprenden turgentes, tus labios cantando
y besando y amando y gozando de ese beso glorioso,
que tanto anhelan mis labios, y mi alma enamorada...
Tu melodiosa voz de colibrí, engatusadora y armoniosa,
Que tantas noches he soñado, me llamaba y era mía.

Mi dulce ánima briosa, has besado mi alma herida,
Traspasando las murallas que se esconden ante mí,
Mi tierna ánima de tulipán, lloran las mariposas,
Cuando te ven pasar, pues nunca una belleza pasando,
Les causo tanta hermosa pasión, y devoción regalada.
Divino tesoro tu amor, con él ya no quiero el oro.

Dime dulce y tierna niña mayor, quien te quita, flor de loto,
Este preciado don que tenemos, por el que yo moriría,
Sin dudarlo un instante. Dime quien tiene tu alma,
Enamorada, y apresada y cohibida y te oculta tras de si,
Sin dejarnos contemplar, tu belleza suave y briosa.
Dime Nuria, ánima de rosa, quien te está marchitando.

Por ti mi dulce niña zamorana, el don aprehendería,
Con las suaves celdas del viento, el amor, y la noche celosa,
seguiría hasta mi muerte, por ti, rimando, versando.