EL RECUERDO DE ANA
Ya basta! ¡Somos hermanos
de un mismo fin, somos educadores!
dijo, y sus palabras se quebraron
mientras comenzó su llanto
en forma de una lágrima
y muy pronto fue tanto
que la audiencia de entonces
se pasmó, estremecida,
de conciencia inestable,
sin saber que muy pronto
esa morena hermosa
de redondeado rostro
y sapiencia famosa,
se quedaría dormida
por siempre, en un camino
en brazos de su Padre.
Se durmió con su hijo
frágil en la inocencia,
maternal elección,
pero dejo los otros
hijos de su paciencia,
docencia y vocación.
En las aulas, todavía se le siente
explicando Aritmética,
y en los pasillos creemos
ver su silueta que vierte
y pasa como el viento.
Sus amigos recordamos
su siempre ecléctica
y justa toma de decisiones.
¡Cuántas tuvo ilusiones,
cuántos planes trazó,
cuánto amó sus razones
mas, quedó para Dios!.
¡Ya basta! ¡Somos hermanos
de un mismo fin, somos educadores!
dijiste, en aquel entonces,
porque la insensatez
se había instalado
en nuestros corazones,
y el tropel de rencores
corría por los pasillos del liceo.
Mas, tus palabras rotas
todavía se escuchan
cuando el amor es torturado
y los docentes de este sitio sagrado
difaman, mienten, pugnan
y se azotan.
Ana, tu partida ha sido lastimera
y tu sangre ha quedado
en la resignación,
tus hermanos quedamos
sin tu sonrisa fresca
que inmole por nosotros
en la paz del Señor.
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