Me despierto, como cada mañana, con los ojos hinchados y una terrible tos que me oprime el pecho, debido a la gran cantidad de cigarrillos que consumo a lo largo del día.
Me levanto y mientras me dirijo hacia la cocina a preparar el desayuno, pienso en la batalla que me acecha contra el mundo; discurro sobre si hoy pasaré a la ofensiva o, de lo contrario, tendré que volver a recibir los golpes del día anterior.
Pienso... sólo pienso, en los pecados que cometí y en los que cometeré.
Entonces... apareces tú, como un rayo de luz, invadiendo mi mente y todo mi ser. Te pienso y mi imaginación vuela y se pierde por tu cuerpo, haciendote el amor, enmarañandome entre tu cabello, descubriendo cada escondite de tu piel, soñandote conmigo en enormes playas y montañas; pasando a tus sentimiento a través de tus ojos.
Entonces... apareces tú.
Apareces y me veo con una sonrisa esbozandose en mis labios. Y comprendo... por fin, comprendo... que mi sonrisa eres tú.



-Para mi duendecilla-.