EL PECADO.
-Padre, confieso que he pecado, en pensamiento, palabra y obra.
-Hija, escucho tu confesión.
-Es muy duro lo que tengo que decir...no sé como empezar.
-El Señor es generoso con sus hijos y perdona sus faltas , siempre que haya arrepentimiento sincero, hija.
-Y...¿cuando aún no ha sucedido ?, es decir, sí hay pecado o pecados, pero ¿ si esos van a hacer que se haga uno mas grande todavía?
-No se pueden perdonar errores que no se han cometido, hija mía.
-O sea que ,¿debo cometer ese gran pecado y entonces sí me perdona? Ó ¿puedo juntar los pecados pequeños, medianos y el grande, que aún no cometo?
-No se trata de perdonar, sino de hacer lo correcto-contestó el sacerdote , ya irritado-.
-Es que ,tal vez, hacer el pecado grande, sea lo correcto...y entonces ya después usted me perdona por todo.-dijo la chiquilla, socarronamente.
-Nunca será bueno pecar, menos cuando sabes que vas a hacer algo indebido y de todas maneras lo haces. Eso es muy reprobable.-dijo el Padre, con voz casi inaudible, sofocado por el calor del confesionario.
.-Es que, usted tiene que ver en esto. Por su culpa ha sucedido todo.
-¡Que dices, insensata! ¡Yo que tengo que ver en lo que dices!.
-Es que yo escuche una historia...bueno, un chisme...Que usted había ayudado a mi madrina. Ya ve que todos los hombres se fueron a trabajar al otro lado, por que aquí ya ni la tierra da para comer y pues con los dólares que nos mandan, apenas la podemos hacer.
-¿Quién es tu madrina? ¿Cómo dices que yo la ayudé?-pregunto intrigado el cura.
-Yo la escuché en la tertulia contárselo a las señoras mayores. Todas se horrorizaron al principio, pero después se rieron mucho y unas estuvieron de acuerdo con ella y otras no.
-Pero, ¿que es lo que dijo?-alcanzó a graznar, casi sin voz ,el prelado.
-Que lo había invitado a bendecir la huerta que hizo en la parte trasera de su casa y que como estaban solos y usted siempre le ha gustado, le invitó unas copas de jerez y que luego se metieron en la troje y que usted la besó y que ella casi pierde el sentido por que aunque ella ya es grande , todavía siente y más que se quedó viuda hace muchos años y que usted, aunque es más joven ,que ella se dio cuenta de la forma en que la miraba cuando venía a misa y todo lo demás.- ja,ja,ja, rió pícaramente la escuincla.
-¿Qué demás? –suplicó el párroco.
-Eso no se lo puedo decir por que es pecado y aparte por que no lo escuché bien, pero ese es precisamente el problema. Desde ese día, sueño con usted, que me hace cosas y que estamos desnudos, abrazados en el río y ...yo siento cosas raras, que jamás había sentido y casi despierta, me descubro partes en el cuerpo que jamás supe que tenía y se me moja todo, como si me hubiera hecho de las aguas, pero es como una baba. No sé, pienso que es pecado, pero usted tiene la culpa.¿ Padre ,me perdona? –imploró contrita la chamaca.
Se hizo un silencio largo y pesado en la pequeña iglesia del pueblo polvoriento, enclavado en la Sierra Madre Oriental, en una tarde sin tiempo, como muchas y en el confesionario, los dos seres confundidos, sin saber que más decir...
-Hija, en el nombre de nuestro Señor, te absuelvo de todos tus pecados. Reza dos Padres Nuestros y diez Aves Marías.
-Gracias, Padre...
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