Mi copa en la mesa, miradas agenas contemplan una oscura silueta que esconde la palidez en su interior, una mirada perdida que teme enfocar la realidad.
Un nuevo trago que hace divagar solo un poco más. Un hogareño pero impersonal lugar, donde cada individuo comparte un breva momento de evasión.
La copa sigue observandome incrédula ante mi melancolía, pero hoy como tantas veces ella es mi única compañera y no deseo nada más, pues estoy harta de incomprensión, todo es targiversado y nadie comprende realmente mi vaciedad. Aunque a la vez añoro una animada charla sobre todo y nada, un efímero instante de entendimiento y liberación.
Vuelvo a paladear el néctar del olvido, pero no es más que un placebo.
Ayer me tiñó un dorado brebaje que abrasó mi piel causándome un profundo dolor que siguió corroyendo mis huesos. Hoy me da pinceladas otro elixir embriagador. Pero todo sigue igual, solo ha pasado un día más.



(Por los días de soledad en esos silenciosos rincones que a veces nos acogen)