Estracto del cuento “ Ahí viene la Choca”
Autor: Aurelio
Capítulo III del
LAS CULEBRAS
AHÍ VIENEN LAS LAS CULEBRAS
En los días de lluvia copiosa los niños de las aldeas corrían por los riachuelos que se formaban por las correntadas tratando de nivelar sus barcos de papel que hacían navegar por la corriente. Disfrutaban de estos momentos, especialmente cuando el agua fresca y cristalina apaciguaba el furor del calor agobiante de la costa.
Fué en un Septiembre memorable que el cielo se nubló completamente y se derramó en un llanto incontenible al tiempo que un viento extraordinario sopló de todas direcciones para azotar sin misericordia a todo lo que estaba en pie. La furia de la lluvia fue implacable con todo ser viviente en la Comarca y los ríos desbordados nivelaron a ras toda la región costeña arrastrando piedras, barro y todo objeto que estaba en su camino, llevando a la comunidad a un extra-peso a la ya milenaria, exigua y debilitada economía campesina.
Esta lluvia profética que duró sin cesar once días y once noches, sumió a la mayor parte de la costa en una gran franja de cadaveres, árboles caídos, plantas aplastadas y montañas desniveladas donde el poco ganado sobreviviente se alimentaba de ramas humedas y hojarasca podrida. Nunca se supo el número de las familias campesinas muertas. Los sobrevivientes para amainar la carga del dolor se olvidaron de sus muertos rapidamente como si nunca hubiesen existido o hablando con ellos por las noches como si jamas hubiesen desaparecido. No había tiempo para lamentos ni para funerales pues el mismo lodo sirvió de sepultura a la mayoria de los habitantes de la región
La ayuda del gobierno nunca llegó, bajo pretexto que los puentes y caminos habian sido destruidos por las correntadas y que la región había quedado incomunicada. En esa época el benefactor como así se hacía llamar el tirano de la patria, estaba de viaje en Europa y no acortó sus planes después de conocer la tragedia. Al retornar al país y percatarse de las dimensiones del desastre no le dio mayor importancia, y toda su atención en ese momento giró alrededor de la exposición de caballos árabes que unos empresarios Ingleses habían ya montado en el Hipodromo del Sur.
Lo más serio de este cataclismo milenario fue la estampida de las serpientes que escaparon de la indundación. Se les veía en los techos de los ranchos, en los árboles, cimas de montes, hasta en la cabina de camiones y carros abandonados. Habían de toda clase, barba amarillas, corales, cascabeles, ratoneras, masacuatas, boas etc.
Por carecer de sueros antivenenos las muertes por picaduras de las víboras era altisimo principalmente entre los niños y los ancianos. Las masacuatas devoraban huevos, pollitos y tambien gallinas y gallos que habian sobrevivido a la debacle. Un vecino contó que había visto una culebra tragarse entero a un ternero de un año de edad.
Todo esfuerzo por erradicarlas fue inútil. La gente usaba garrotes, piedras, venenos para ratas y en ocaciones en la desesperación prendia fuego a sus propias casas para deshacerse de esta maldición sin que nada funcionara.
El brujo del pueblo se sentía frustrado y creía que su poder se le había extinguido con esta maldición. Una pequeña inquisición se organizó, creyendo que la cátastrofe era culpa de alguna gente que no andaba en los caminos de Dios. Fué asi como la turba ahorcó a las dos únicas prostituas del lugar junto con el dueño de la cantina quien no logró sobornar a los líderes de la muchedumbre. A Rubencito, a quien consideraban afeminado, lo dilapidaron y solamente el sacristán, quien tenia fama de seducir a las jovencitas se salvó por la oportuna intervención del párroco local quien condenó todos estos extravíos.
Sin escatimar ninguna opción y después de haberse reunido los ancianos de la comarca con el padre Ramón, decidieron llamar a Mariano, un evangelista que en un par de ocasiones había llegado para predicar y curar a una persona de gota y otras de ataques epilépticos. Vivía en Almolonga un pequeño poblado que quedaba a unas cuantas leguas del lugar. Habia forjado su fama no tanto por sus prédicas y sermones si no porque era capaz de curar desde un cancer terminal hasta los desarreglos que causaban en el corazón a los enamorados rechazados y los esposos traicionados. Pero Mariano ya habia llegado cuando los ancianos salieron de la iglesia para informar a la población de su decisión.
Llegó en una mula prieta y con su biblia deteriorada por el uso como única pertenencia. El tremendo olor a muerte, los gemidos de las lamentaciónes y la posición del arco iris después de haber escampado le habria indicado desde hacia varios días que ese era el lugar donde lo necesitaban.
Les propuso un plan de tres días durante los cuales todos debían ayunar con excepcion de los niños, ancianos y los enfermos. No debían comer nada en absoluto, solamente tomar líquidos suaves como el agua de coco, frescos de frutas sin azucar y por supuesto agua. Tambien les indicó que cada día debían traerle cuarenta serpientes vivas a las que cada uno del pueblo debia pisotear una vez y que mientras esto sucedia todos tenían que rezar y cantar himnos cristianos dirigidos por el padre Ramón.
El primer día varios campesinos llevaron al centro de la población las serpientes que habían capturado vivas a pedido de Mariano, sostenidas a ocho centímetros de la cabeza con palos de horqueta.
La gente en orden escrupuloso y mientras los demás oraban y cantaban, inició el rito de pisar la cabeza de cada una ellas. Al cabo de un tiempo ya no quedaba nada sólido únicamente la piel que también poco a poco se iba rasgando. Con un silencio sepulcral finalizaron su tarea, nadie se quejaba de la falta de alimentos ni del cansancio ni de lo lo grotesco que fue pisotear cuarenta culebras cada día. Estaban tan absortos en su tarea que a los tres días nadie se percató que las serpientes habían desaparecido para irse de nuevo a las cavernas y cuevas donde habitaban. Fue el niño Domingo el que gritó que ya no veía culebras por ningún lado en el pueblo. Todos corrieron a sus ranchos para verificar lo que acababan de escuchar y varios campesinos, sus mujeres y niños se abrazaban con emoción al saber la noticia mientras Mariano y el Padre se encaminaban a la Iglesia conversando animadamente.
Algún tiempo después todo había vuelto la normalidad, los caminos y las vías de comunicación se habían restablecido por la acción de los pobladores, la cosecha del cacao y el maíz florecía de nuevo y la nueva industria del zapato de cuero de serpiente crecía con las pieles de culebras que estas habían dejado después de desaparecer. Lograron identificar los lugares donde habían quedado sus muertos y les fabricaron sus lápidas y celebraron servicios religiosos.
Seis meses más tarde el tirano de turno había sido forzado a dejar las riendas del país al haber sido reemplazado por otro dictador.
Berkeley Enero 2008.
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