Una Mañana Cualquiera
Una mañana cualquiera, de esas en las que hasta los pájaros lo piensan dos veces para empezar a cantar, de esas en las que el sol espera pacientemente que la neblina y el frío de la madrugada le permitan aparecer, en una de esas mañanas cualquiera; él, abrió sus ojos y lo primero que vio fue los de ella, unos ojos que obviamente aún se encontraban cerrados a causa del cansancio que era producto de una agitada noche en la que él y ella habían hecho el amor una y otra vez como nunca lo habían hecho.
Cuando la neblina tímidamente empezaba a desaparecer y él ya completaba un largo rato contemplando el sueño de la mujer que por tantos años había amado, ella…despertó.
Sí, ella despertó y como había sucedido durante todas las mañanas de cada uno de los años en los que ella había estado a su lado, para él, esa mañana cualquiera se convirtió en una gran mañana, una mañana soleada en la que los cantos de los copetones y colibríes se confundían con el zumbido de la fresca brisa que trataba de tumbar a golpes su ventana.
Esa mañana cualquiera él sintió más que nunca ganas de decirle que la amaba, de decirle que desde ese día cuando ella recibió aquella letra que para el mundo no era más que un barato y artesanal detalle, él, luego de escuchar un sí como respuesta, se había prometido amarla cada día más y en esa mañana cualquiera estaba completamente seguro de ser un hombre que nunca, nunca había faltado a sus promesas.
Entonces él le dio los buenos días con un apasionado beso, un beso que lo estremeció y lo hizo recordar aquel primer beso que ella le había dado hace muchos años en medio de una noche en la que juntos observaban la ciudad desde un poco romántico e improvisado mirador.
Sin darle tiempo siquiera para levantar la cabeza le dijo que la amaba, que luego de haberla conocido jamás había imaginado su vida sin ella, que lo perdonara si alguna vez no había sido capaz de demostrarle lo mucho que la amaba y que entendiera que si alguna vez le reclamó por el poco tiempo que tenían para estar juntos, era simplemente porque no aguantaba las ganas de ver sus ojos, de tenerla entre sus brazos y por supuesto de hacerle el amor.
Fue así como en esa mañana cualquiera él agradeció, no se si a Dios, no se si a la vida, no se si a ella misma, simplemente agradeció por haberla encontrado en su camino y a ella le prometió hacer hasta lo imposible para que amanecieran juntos por muchas más " mañanas cualquiera".
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