El último cristal está por agotarse. Seguramente esta será la última vez que te vea.
Desde la cabina principal ya no puedo distinguir el horizonte. La tormenta de nieve está cubriéndolo todo.
La nave está bien, pero no tiene potencia para despegar. El último desmoronamiento bloqueó las salidas. El suelo está inestable y el propio peso de los motores está ocasionando el hundimiento. Aquí no hay ningún androide paranoico que me ataque, pero sin embargo tengo miedo.
El transmisor ha perdido la señal, ya no puedo comunicarme con los otros. Este lugar ha resultado una trampa mortal.
Más que nunca te necesitaría a mi lado para afrontar este momento juntos.
Cuando me dijeron que habías desaparecido en la misión, ingresé en un violento estado de insensatez e imprudencia.
Debí perder la razón cuando decidí salir a buscarte. Pero terminé de dejar atrás todo rasgo de conciencia al internarme en este planeta olvidado por nuestros Dioses.
Nunca pensé que terminaría así, triste, solitario, final de una existencia. Siempre soñé que fenecería a tu lado.
Todavía recuerdo la celebración de nuestro rito. Mi mente tiene guardada tu majestuosa salida del lago espejado. Tus delicados ojos amarillos iluminándome como dos soles, debajo de la tenue luz de nuestros satélites. No hay imagen más bella en este universo. No existe una sensación tan maravillosa como aquella, ni un desconsuelo tan grande como el de padecer tu ausencia.
Debo despedirme ahora, la luz se está entrecortando. Tengo frío, mucho frío. Tu holograma empieza a perder color. Ya no puedo distinguir con nitidez tu hermosa forma. Tu imagen se desvanece como mi último hilo de vida. Extraño desesperadamente tus suaves escamas. Deseo con locura tus labios carmesí. No puedo olvidar como me miraste la última vez. De tus ojos brotaban delicadas lágrimas turquesa, como la lluvia infinita que nos bañó el día en que te rescaté del cráter del Soyama. Ese día te juré mi amor eterno. Hoy lo recuerdo, tratando de superar esta pena gris, que consume mis últimos momentos.
Aún puedo ver el Jardín de navajas, el triángulo estelar y las orillas del Tzuran, todos mezclados entre las cenicientas memorias de lo que ya se ha ido.
Uno de mis corazones se ha detenido y el otro solamente se mantiene latiendo por ti.
Pero antes del desenlace final, debo darte el mensaje que vine a traerte, aunque no te haya encontrado. Tal vez en la inmensidad del universo mi voz te llegue. No estoy sola en esta misión. En mi vientre me acompaña nuestro hijo. Ya no hay tiempo para más lágrimas. El dolor se hace muy intenso ahora, pero en un instante se detendrá y sé que entonces volveremos a estar juntos, porque ahora serás tú el que me vendrá a rescatar. |