El Amigo.
Ciertamente las apariciones sobrenaturales son misterios que el ser humano no logrará comprender en mucho tiempo. Los eventos de este tipo son parte de muchas de las tertulias de todo poblado, pero especialmente de los habitantes de mi extraño pueblo. yo personalmente he sido testigo de uno terrorífico. Puede entonces comprenderse mi insistente interés por estos fenómenos tan escalofriantes y extraordinarios y por ende el motivo de mi relato.
No me gusta recordar esto, pero he sentido la necesidad de compartir esta experiencia inexplicable aunque sea con el papel.
La noche del 25 de mayo de hace tres años exactamente, caminaba yo por el sector de Los Cercos, a orillas del río Virgen, con Eva M. Y su pequeña hermana Ari. La noche era muy fresca, calculo yo unos 13 grados, y el cielo estaba despejado en su totalidad; en el cielo brillaba una exquisita luna blanca que me recordaba a cada paso, que era ya tarde de la noche y que debía regresar a casa.
El barrio por donde caminábamos, es uno de los más ricos de la ciudad, con construcciones de gran longitud y grandes casas con lujos impresionantes. –por aquí vive mi mejor amigo- susurró la pequeña Ari, con su amable sonrisa grande, que mostraban sus pequeños dientes carcomidos por la caries.
Su hermana mayor frunció el ceño y seguidamente replico: -¿se puede saber cual amigo?-
La pequeña cambió su amable sonrisa por una mueca de dolor y de tristeza y contestó con una voz fuerte, ronca y colérica: ¿es que acaso por ser pequeña no puedo tener amigos?. En mi asombro por el extraño tono de voz adquirido por la niña, no supe como reaccionar, entonces opté por quedarme serio y mirar de reojo a mi amiga que estaba mirando perpleja a su pequeña hermana. Asustado, por ver el inminente espanto en la cara de Eva M. Regrese mis ojos a la pequeña Ari y automáticamente me quede paralizado...
Su rostro, usualmente color canela, era blanco como la luna que brillaba en el cielo, y sus pequeños ojillos verdes estaban negros, absolutamente negros.
El radical cambio de la niña, produjo en mi un violento ataque de pánico y mi respiración se entrecortó de manera que segundos mas tarde el suelo me atajó, presa de un sonoro desmayo.
Al despertar, me encontraba en la sala de una enorme casa antigua, con muchas escaleras y lo bastante espaciosa como para albergar cien personas acostadas. Mi admiración fue en incremento a medida que caminaba por aquel frío y extraño lugar. Bustos de personas desconocidas, pinturas de batallas, animales disecados y muchas otras cosas sorprendentes para mi, se hallaban en ese lugar. Pero sin duda lo que mas me llamó la atención, fue un rostro humano que colgaba de la pared principal del vestíbulo. mi mente reaccionó de prisa y le ordenó a mis pies escapar lo más rápido posible de aquel tenebroso lugar. Corrí sin sentido en busca de una puerta y de pronto me detuve al ver frente a mi a la pequeña Ari y a un decrepito anciano negro que me miraba con vacilación y cara de bondad. Lo mire firmemente a sus ojos, sin pronunciar ninguna palabra y sin quitarme su vista de encima me insinuó algo que nunca podré olvidar: “este es el lugar adonde todos llegan. Te espero pronto”.
Batallé con un nuevo ataque de ansiedad y de pánico y me vi envuelto en una confusión mental que terminó en la acera donde caí desmayado por primera vez. Eva M. y su pequeña hermana me miraron asustadas por lo sucedido, mucha gente había salido de sus hogares y la ambulancia ya había llegado por mi. “El proceso de resucitación a funcionado, ladró alguien a mi lado. El paciente ha regresado”
2 días en el hospital en completo reposo hicieron que mi estado de terror decayera y la tranquilidad reinara en mi cabeza otra vez hasta el día en que mi amiga Eva M. y su pequeña hermana me visitaron. Ari con su típica sonrisa picaresca se acercó a mi oído y susurró: si lo viste ¿verdad?. Yo le afirmé lentamente con mi cabeza mirando hacia el suelo y acordándome de lo ocurrido.



Luis Diego Muñoz Salas.