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Entrevista Fatal.


LCF tenía tan solo 21 años cuando sufrió el accidente que lo marcaría de por vida. El impacto fue tan fuerte que salió expulsado del vehículo, y fue a caer 35 metros después del lugar de los hechos empapado en sudor helado y en sangre por todo su deformado cuerpo.
Si, todavía lo recuerdo - me comentó amargamente este personaje tan impactante- Iba yo muy tranquilo con mi hermano Tomás por esa maldita calle del sendero cuando caí en cuenta que nuestro automóvil aumentaba de velocidad considerablemente. La calle que entonces no estaba terminada del todo, tenia irregularidades: huecos profundos, piedras de tamaño desproporcionado y barro. Nuestro carro era un coupe modelo 75, color negro, en perfecto estado, solo lastimado por lo que puedan hacer los años, pero en general en perfecto estado, se salió del limite de la velocidad que un automóvil normal de su tipo puede alcanzar. 120 Km./h, luego 150, 200, 300 y lo ultimo que recuerdo fue que dicha velocidad llegó a un punto tan sobrenatural que el velocímetro explotó y que mi hermano lejos de estar espantado por lo que sucedía, sonreía de una manera diabólica y se aferraba al volante del vehículo de una manera inexplicable y escalofriante. Conduciendo tenazmente, burlaba rocas, huecos, montículos de barro y las curvas mas cerradas con una precisión digna de un experto piloto de rally.
No tenia yo, pues, noción del clima, ni del tiempo, pero calculo que estuvimos en este estado aproximadamente una hora y que el calor que invadía mi cuerpo era tal que mi cuerpo empezó a quemarse a causa de la temperatura tan alta. Mi hermano, poco a poco, fue apagando su extraña sonrisa y la resignación apareció en su sudoroso rostro. Sus ojos verdes comenzaron a enrojecerse y su nariz empezó a sangrar, para después desvanecerse sobre el volante y perder el control del endiablado transporte... hijo de perro transporte -el hombre comenzó a sollozar y a emanar un extraño liquido por sus enormes cicatrices provocadas por sus múltiples quemaduras, mientras una de sus enfermeras lo atendía y le cambiaba calidamente de pañal-.
El auto rápidamente salió de control –continuo ignorando las lagrimas- y chocó contra un árbol gigantesco, partiéndolo a la mitad y haciendo que mi hermano se saliera por el frente del vehículo y fuera a caer en el precipicio. Presa del miedo, me aferre al asiento tapizado con piel de tigre y por un instante perdí el conocimiento hasta que un fuertísimo impacto me despertó de golpe. Al abrir los ojos, mi cuerpo estaba en llamas, mis piernas no estaban y mi brazo izquierdo había quedado reducido a la mitad mientras que mi hermano gritaba desesperado tratando de apagar la incontenible fuerza que me embestía el cuerpo.
Tuve suerte de perder el conocimiento -me dijo- no soportaba verme en ese estado tan deplorable, y aun no lo soporto, por eso te lo pido. Y extendió hacia mi, una bayoneta propiedad de su difunto abuelo con una punta extraordinaria bañada en oro y con mango de plata y bronce. La tome entre mis manos sorprendido por su extraña petición y lo mire con un miedo creciente. Su mirada me impulso a hacerlo pero mis valores religiosos y mi moral me lo impedían.
La enfermera me observó con dolor y le seco de nuevo las lagrimas para luego marcharse sin ninguna preocupación por la puerta trasera de la enorme y fría habitación.
Lo mire con compasión y miedo: era un sujeto deformado, quemado en la totalidad de su cuerpo y sin ansias de vivir... por eso tome la bayoneta y se la incruste en su frente con todas mis fuerzas, traspasando su cabeza de lado a lado.
Presa del terror salí de su enorme casa colonial y corrí a mi oficina en el centro de la ciudad y comencé a escribir este relato, formulándome una única inquietud: ¿como salió su hermano ileso del accidente?
Investigando poco después, me entere de que no existió nunca ningún hermano, pues LCF fue hijo único toda su vida y que su estado de salud terminó así pues sufría de una extraña enfermedad mental, en la que el individuo se tortura lenta y placenteramente hasta despedazar su cuerpo. Además los pocos que la sufren tienen episodios de esquizofrenia de los cuales solo muy pocos logran salir con vida.



Luis Diego Muñoz Salas





Texto agregado el 26-09-2005, y leído por 117 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
27-09-2005 me encanto dreamcatcher
 
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