No se envejece por el simple paso de los años, te lo he dicho, y volveré a decirlo. Pero sí te envejece desertar de un sueño. Los años te arrugarán la piel, es cierto. Pero si aniquilas un sueño, se te arrugará el alma. Uno es tan joven como su fe, y tan viejo como su vacilación. Tan joven como su esperanza y tan viejo como su soberbia. Las dudas, los miedos y la ingratitud, son los enemigos que lentamente nos hacen inclinarnos hacia la tierra, y convertirnos en polvo antes de la muerte, ¿no te lo había dicho? Sí, pero volveré a repetirlo. Se continúa siendo joven en tanto que receptivo. Receptivo a lo que es bello y a lo que es grande. Receptivo al amor, a la ternura, a la amistad, al placer. Y si alguna vez tu corazón es mordido por el pesimismo, o carcomido por el cinismo, o lastimado por renunciar a un sueño, o herido por negarle amor a quien te ha amado, quiera Dios, mujer, tener piedad de tu alma vieja. © Simon Paterson |